· 

Principios de la oración y adoración a Dios

 

(1) Cuando se reciben el esclarecimiento y la iluminación del Espíritu Santo en oración, se debe dar gracias y alabar a Dios. Al disfrutar de la obra del Espíritu Santo, es preciso postrarse a adorar a Dios.

 

(2) Hay que leer con frecuencia las palabras de Dios. Cuando se comprende la verdad y se contemplan el amor y las bendiciones de Dios, se le debe dar gracias y alabarlo. Esta es la auténtica adoración a Dios.

 

(3) Cuando se afrontan las pruebas y tribulaciones sin quejarse, sino manteniéndose firme en el testimonio, esto es fruto de la protección de Dios y hay que darle gracias y alabarlo.

 

(4) Cuando al someterse al juicio y castigo de Dios se llega a conocer la propia esencia corrupta y a contemplar la justicia y santidad de Dios, hay que adorarlo.

 

Las palabras relevantes de Dios:

 

¡La oración tiene gran importancia! Si sabes cómo orar y lo haces a menudo, con oraciones frecuentes que se someten a Dios y son sensatas, entonces tu estado interior será bastante normal por norma general. Si, por el contrario, tus oraciones solo consisten en unos pocos lemas, no asumes carga alguna y no meditas sobre lo que sería sensato decir en oración y lo que no, ni sobre lo que sería verdaderamente reverencial decir, y nunca te tomas estos asuntos en serio, nunca tendrás buen éxito en la oración, y tu estado interior será siempre anormal. Nunca llegarás a profundizar en la lección de lo que es el sentido normal, la verdadera sumisión, la verdadera adoración y la perspectiva con la que debes orar, y tampoco profundizaras tu entrada en estas cosas. Todas estas cosas son sutiles. Debido a que la mayoría de vosotros rara vez interactuáis conmigo directamente, estáis limitados a orar ante el Espíritu, y cada una de tus oraciones es una cuestión de si las palabras que eliges son sensatas; si tu adoración es real; si lo que pides tiene la aprobación de Dios; si en tu oración hay un elemento transaccional o si está adulterada por impurezas humanas; si tu discurso, comportamiento y decisiones están de acuerdo con la verdad; si tienes especial reverencia, respeto y obediencia a Dios; y si realmente estás tratando a Dios como tal. Uno debe tratar seriamente lo que dice en privado en la oración, y adoptar un enfoque serio sobre ello; solo así se puede tener un sentido normal cuando uno se presenta ante Cristo. Si no te lo tomas en serio ante el Espíritu, cuando te presentes ante Cristo siempre te resistirás o hablarás de forma poco razonable o deshonesta, o causarás constantemente trastornos en tu discurso y acciones, y después siempre te sentirás reprobado. ¿Por qué siempre te sentirás reprobado? Porque, por regla general, no tienes el menor conocimiento de las verdades de cómo adorar o tratar a Dios, así que te sientes confundido cuando te encuentras con un problema, no sabes cómo practicar y cometes errores constantemente.

 

Extracto de ‘El significado de la oración y su práctica’ en “Registros de las pláticas de Cristo”

 

La oración es de suma importancia para vosotros. Cuando oras y recibes la obra del Espíritu Santo, Dios conmueve tu corazón y surge la fuerza para amar a Dios. Si no oras con el corazón, si no abres tu corazón para tener comunión con Dios, entonces Dios no va a tener forma de obrar en ti. Si, habiendo orado y dicho las palabras de tu corazón el Espíritu de Dios no ha empezado Su obra y no has recibido inspiración, entonces esto demuestra que tu corazón carece de sinceridad, que tus palabras no son ciertas y que siguen siendo impuras. Si, habiendo orado, tienes un sentido de satisfacción, entonces tus oraciones han sido aceptables para Dios y el Espíritu de Dios está obrando en ti. Como alguien que sirve delante de Dios, no puedes estar sin orar. Si verdaderamente ves la comunión con Dios como algo significativo y valioso, ¿podrías entonces abandonar la oración? Nadie puede estar sin comunión con Dios. Sin la oración, vives en la carne, en la esclavitud de Satanás; sin la oración verdadera, vives bajo la influencia de la oscuridad. Espero que vosotros, hermanos y hermanas, podáis dedicaros a la oración sincera sin faltar un solo día. No se trata de cumplir las normas, sino de conseguir cierto resultado. ¿Estáis dispuestos a renunciar a un poco de sueño y disfrute para levantaros pronto para las oraciones matutinas y disfrutar las palabras de Dios? Si oras con un corazón puro y comes y bebes las palabras de Dios de esta manera, a Él le resultarás más aceptable. Si todas las mañanas haces esto, si todos los días practicas dándole tu corazón a Dios, comunicándote y comprometiéndote con Él, entonces tu conocimiento de Él seguramente aumentará y estarás mejor capacitado para captar la voluntad de Dios. Dices: “¡Oh, Dios! Estoy dispuesto a cumplir mi deber. Consagro todo mi ser solamente a Ti con el fin de que Tú seas glorificado en nosotros, y de que puedas disfrutar del testimonio de este grupo de personas. Te suplico que obres en nosotros para que yo pueda ser capaz de amarte y satisfacerte verdaderamente y buscarte como mi meta”. Cuando tengas esta carga, con toda seguridad Dios te perfeccionará. No deberías orar solo por tu bien sino también para hacer la voluntad de Dios y amarlo a Él. Esta es la clase de oración más verdadera. ¿Eres alguien que ora por hacer la voluntad de Dios?

 

Extracto de ‘Acerca de la práctica de la oración’ en “La Palabra manifestada en carne”

 

Todos vosotros os detenéis a orar cuando os enfrentáis a problemas o dificultades, pero ¿oráis cuando os encontráis en buen estado o cuando os parece que una reunión ha sido exitosa? La mayoría no lo hacéis, supongo. Después de una reunión exitosa, también deberíais ofrecer una oración y una alabanza. Si alguien te alabara, te volverías arrogante al sentir que posees la verdad y, así, estarías atrapado en un estado incorrecto. Pero sentirías euforia en tu interior, no ofrecerías oraciones de alabanza, por no hablar de oraciones de agradecimiento. Como ahora estás atrapado en semejante estado, en la próxima reunión te quedarás muy callado y no poseerás la obra del Espíritu Santo. El estado más peligroso es cuando una persona no puede controlar su estado, disfrutar de los frutos de su labor cuando ha hecho un poco de obra, o quizás necesitar de varios días para recuperarse de un estado algo negativo. Todos os detenéis a orar cuando tenéis problemas o no podéis entender por completo un asunto; oráis cuando las dudas e indecisiones os asedian o cuando reveláis un carácter corrupto. Solo oráis en la adversidad. También debes orar cuando tienes éxito en tu obra. Cuando ves algunos resultados de tu obra, te sientes tan feliz que no oras, sino que te contentas con tu euforia y te quedas atrapado en ese estado. En esos momentos, algunas personas pueden tener un poco de disciplina. Por ejemplo, puede ser que te encuentres abrumado cuando sales de compras o te roban el dinero, o cuando un incrédulo diga algo desagradable que te cause dolor y estrés y, aun así, no sabrás en qué asunto has ofendido a Dios. En verdad, Dios a menudo hace uso del ambiente externo para disciplinarte y hacer padecer a tu corazón, y cuando finalmente te presentas ante Dios para orar, dices unas pocas palabras de oración, te das cuenta de que tu estado es inadecuado —complaciente y engreído, tal vez—, y te disgustas contigo mismo. Después de esas palabras de oración, el estado incorrecto interior se rectifica. Cuando oras, obra el Espíritu Santo, otorgándote una cierta sensación que te permite salir de tu estado anormal. Orar no es simplemente buscar un poco, observar unas cuantas formalidades y ya está; orar no es decir unas palabras de oración cuando se necesita a Dios, y luego ninguna cuando no lo necesitas. Si pasas mucho tiempo sin orar, por muy entusiasmado que estés, y aunque tu estado sea todavía normal, sentirás, en tus diversas acciones, que estás actuando por tu cuenta. No serás iluminado ni esclarecido por el Espíritu Santo; solo seguirás las reglas. Actuar de esa manera en el cumplimiento de tu deber es inútil.

 

Extracto de ‘El significado de la oración y su práctica’ en “Registros de las pláticas de Cristo”

 

A veces, cuando estás disfrutando las palabras de Dios, tu espíritu es tocado y sientes que no puedes dejar de amar a Dios, sientes que hay una gran fuerza dentro de ti y que no hay nada que no puedas dejar a un lado. Si te sientes así, entonces el Espíritu de Dios te ha tocado y tu corazón se ha vuelto por completo a Dios y orarás a Dios y le dirás: “¡Oh, Dios! Tú realmente nos has predestinado y escogido. Tu gloria me llena de orgullo y para mí es glorioso ser uno de Tu pueblo. Erogaré todo y daré todo para hacer Tu voluntad y te dedicaré todos mis años y toda una vida de esfuerzos”. Cuando oras de esta manera, tu corazón albergará un amor sin fin y una obediencia verdadera hacia Dios. ¿Alguna vez has tenido una experiencia como esta? Si las personas son tocadas con frecuencia por el Espíritu de Dios, entonces están especialmente dispuestas a consagrarse a Dios en sus oraciones: “¡Oh, Dios! Quiero contemplar Tu día de gloria y quiero vivir para Ti, nada es más valioso o importante que vivir para Ti y no tengo el más mínimo deseo de vivir para Satanás y la carne. Al permitirme vivir por Ti hoy, me elevaste”. Cuando hayas orado de esta manera, sentirás que no puedes dejar de darle tu corazón a Dios, sentirás que debes ganar a Dios y que odiarías morirte sin haber ganado a Dios mientras estás vivo. Después de haber elevado tal oración, habrá dentro de ti una fuerza inagotable que no sabrás de dónde proviene; en tu corazón habrá un poder sin límite y tendrás la sensación de que Dios es muy encantador y que es digno de que lo ames. Así será cuando Dios te haya tocado. Todos los que han tenido esa experiencia es porque Dios los ha tocado. Aquellos que con frecuencia son tocados por Dios, experimentan cambios en sus vidas, son capaces de establecer su propósito, están dispuestos a ganar por completo a Dios, el amor por Dios en sus corazones es más fuerte, sus corazones se han vuelto por completo a Dios, no tienen en cuenta ni la familia, ni el mundo, ni las complicaciones, ni el futuro y están dispuestos a dedicarle a Dios una vida de esfuerzos. A todos aquellos a quienes el Espíritu de Dios ha tocado son los que están en busca de la verdad y que tienen la esperanza de que Dios los perfeccione.

 

Extracto de ‘Conoce la nueva obra de Dios y sigue Sus huellas’ en “La Palabra manifestada en carne”

 

En la era actual, el Espíritu Santo sigue conmoviendo a las personas para permitirles sentir gozo y vive con el hombre. Esta es la fuente de esos[a] sentimientos especiales y agradables que suelen producirse en tu vida. De vez en cuando, llega un día en el que sientes que Dios es verdaderamente encantador, y no puedes evitar orarle: “¡Oh, Dios! Tu amor es realmente hermoso y, Tu imagen, verdaderamente extraordinaria. Deseo amarte más profundamente. Deseo dedicar todo mi ser a esforzarme durante toda mi vida. A Ti te dedicaré todo siempre que sea por Ti, siempre que, al hacerlo, pueda amarte…”. Este es un sentimiento de placer que te ha dado el Espíritu Santo. No es esclarecimiento ni iluminación; es la experiencia de ser conmovido. Experiencias similares a esta sucederán de vez en cuando: algunas veces, cuando vayas de camino al trabajo, orarás y te acercarás a Dios, y te sentirás conmovido, al punto en el que las lágrimas humedecerán tu rostro, y perderás todo autocontrol y te sentirás ansioso por hallar un lugar adecuado donde puedas expresar todo el fervor que hay dentro de tu corazón… Habrá veces en las que estés en un lugar público y sentirás que disfrutas mucho el amor de Dios, que tu suerte es todo menos común y corriente, y, aún más, que estás viviendo tu vida con más sentido que cualquiera. Sabrás profundamente que Dios te ha exaltado y que este es el gran amor de Dios por ti. En los lugares más recónditos de tu corazón sentirás que en Dios existe una clase de amor inexpresable e insondable hacia el hombre, como si lo conocieras, pero no tuvieras forma de describirlo, y que siempre te ofrece un momento para reflexionar, pero te deja incapaz de expresarlo por completo. En momentos como este, incluso llegarás a olvidar dónde estás y exclamarás: “¡Oh, Dios! ¡Eres tan insondable y tan amado!”. Esto deja a la gente desconcertada, pero todas esas cosas ocurren con bastante frecuencia. Habéis experimentado semejante cosa muchas veces. Esta es la vida que el Espíritu Santo te ha dado hoy y la que ahora deberías estar viviendo.

 

Extracto de ‘Práctica (1)’ en “La Palabra manifestada en carne”

 

Ahora deberías poder ver con claridad el camino preciso que Pedro tomó. Si puedes ver la senda de Pedro con claridad, entonces estarás seguro de la obra que se está haciendo actualmente, de modo que no te quejarás o serás pasivo ni anhelarás nada. Debes experimentar el ánimo de Pedro en ese momento: la tristeza lo golpeó; ya no pedía por un futuro ni ninguna bendición. No buscaba el lucro, la felicidad, la fama o la fortuna del mundo, solo buscaba vivir una vida con un mayor significado, retribuir el amor de Dios y dedicar lo más absolutamente precioso que tenía a Dios. Entonces estaría satisfecho en su corazón. Muchas veces oró a Jesús con las palabras: “Señor Jesucristo, una vez te amé, pero no te amé sinceramente nunca. Aunque dije que tenía fe en Ti, nunca te amé con un corazón sincero. Solo alzaba la vista a Ti, te adoraba y te extrañaba, pero nunca te amé ni tuve verdadera fe en Ti”. Él oró constantemente para tomar su decisión, las palabras de Jesús siempre lo alentaban y motivaban. Más tarde, después de un periodo de experiencia, Jesús lo probó, provocándolo a que lo anhelara más. Él dijo: “¡Señor Jesucristo! Cuánto te extraño, y cuánto anhelo verte. Tengo muchas carencias y no puedo compensar Tu amor. Te suplico que me lleves pronto. ¿Cuándo me necesitarás? ¿Cuándo me llevarás? ¿Cuándo veré otra vez Tu rostro? Ya no deseo vivir más en este cuerpo, ni seguir corrompiéndome, y tampoco quiero rebelarme más. Estoy listo para dedicarte todo lo que tengo tan pronto como pueda y ya no te quiero entristecer más”. Así es cómo él oraba, pero en ese momento no sabía lo que Jesús perfeccionaría en él. Durante la agonía de su prueba, Jesús se le apareció otra vez y le dijo: “Pedro, deseo hacerte perfecto, de tal manera que te conviertas en una pieza del fruto, uno que es la cristalización de Mi perfección en ti y de la cual gozaré. ¿Puedes realmente dar testimonio de Mí? ¿Has hecho lo que te pedí que hicieras? ¿Has vivido las palabras que he hablado? Una vez me amaste, pero aunque me amaste, ¿me has vivido? ¿Qué has hecho por Mí? Reconoces que no eres digno de Mi amor pero, ¿qué has hecho por Mí?”. Pedro vio que no había hecho nada por Jesús y recordó su promesa anterior de dar su vida por Dios. Y de esta manera, ya no se quejó y sus oraciones prosperaron mucho mejor a partir de entonces. Oró diciendo: “¡Señor Jesucristo! Una vez te dejé y Tú también una vez me dejaste. Hemos pasado tiempo separados y tiempo juntos en compañía. Sin embargo, me amas más que a todo lo demás. En repetidas ocasiones me he rebelado contra Ti y en repetidas ocasiones te he afligido. ¿Cómo puedo olvidar tales cosas? Siempre tengo en mente y nunca olvido la obra que has hecho en mí y lo que me has confiado. He hecho todo lo posible por la obra que has hecho en mí. Sabes lo que puedo hacer y también sabes qué papel puedo desempeñar. Deseo someterme a tus orquestaciones, y voy a dedicarte todo lo que tengo. Sólo Tú sabes lo que puedo hacer por Ti. Aunque Satanás me engañó tanto y me rebelé contra Ti, creo que Tú no te acuerdas de mí por esas transgresiones y que Tú no me tratas de acuerdo a ellas. Deseo dedicarte toda mi vida. No pido nada y tampoco tengo otras esperanzas o planes; sólo deseo actuar de acuerdo a Tu designio y hacer Tu voluntad. Beberé de Tu amarga copa y estoy a Tus órdenes”.

 

Extracto de ‘Cómo Pedro llegó a conocer a Jesús’ en “La Palabra manifestada en carne”

 

Lo sometí a incontables pruebas —pruebas que, naturalmente, lo dejaron medio muerto—, pero, en medio de estos cientos de pruebas, jamás perdió la fe en Mí ni se sintió desilusionado de Mí. Incluso cuando dije que lo había abandonado, no se desanimó y siguió amándome de una manera práctica y de acuerdo con los principios de práctica del pasado. Le dije que Yo no lo elogiaría aunque me amara; que, al final, lo arrojaría a las manos de Satanás. Pero en medio de tales pruebas, pruebas que no vinieron sobre su carne, sino que consistían en palabras, él continuó orando a Mí y dijo: “¡Oh, Dios! Entre los cielos y la tierra y todas las cosas, ¿hay algún ser humano, alguna criatura o alguna cosa que no esté en Tus manos, las manos del Todopoderoso? Cuando eres misericordioso conmigo, mi corazón se regocija enormemente en Tu misericordia. Cuando me juzgas, aunque yo pueda ser indigno, tengo una mayor percepción de lo insondable de Tus obras, porque estás lleno de autoridad y sabiduría. Aunque mi carne sufra penurias, mi espíritu se consuela. ¿Cómo podría no alabar Tu sabiduría y Tus obras? Incluso si muriese después de conocerte, ¿cómo podría no hacerlo gustoso y feliz? ¡Todopoderoso! ¿En verdad no quieres permitir que yo te vea? ¿En verdad no soy apto para recibir Tu juicio? ¿Podría ser que haya algo en mí que no desees ver?”. Aunque Pedro no fue capaz de captar con exactitud Mi voluntad durante tales pruebas, era evidente que se sentía orgulloso y honrado de ser usado por Mí (aunque él recibió Mi juicio para que la humanidad pudiese ver Mi majestad y Mi ira) y que no se sintió angustiado por estas pruebas. Debido a su lealtad hacia Mí y a Mis bendiciones hacia él, fue un ejemplo y un modelo para el hombre durante miles de años. ¿No es esto, precisamente, lo que deberíais emular?

 

Extracto de ‘Capítulo 6’ de Las palabras de Dios al universo entero en “La Palabra manifestada en carne

 

Cuando Dios lo estaba castigando, Pedro oró: “¡Oh, Dios! Mi carne es desobediente y Tú me castigas y me juzgas. Me regocijo en Tu castigo y en Tu juicio, e incluso si no me quieres, en Tu juicio contemplo Tu justo y santo carácter. Cuando me juzgas para que los demás puedan contemplar Tu carácter justo en Tu juicio, me siento contento. Si puede expresar Tu carácter y permitir que Tu carácter justo sea visto por todas las creaturas, y si puede hacer que mi amor por Ti sea más puro, que yo pueda lograr la semejanza de alguien que es justo, entonces Tu juicio es bueno, porque así es Tu voluntad misericordiosa. Sé que todavía hay mucha rebeldía en mí y que todavía no soy digno de venir ante Ti. Quiero que me juzgues aún más, ya sea a través de un ambiente hostil o de grandes tribulaciones; no importa qué haces, para mí es precioso. Tu amor es tan profundo y estoy dispuesto a ponerme a merced Tuya sin la más mínima queja”. Este es el conocimiento que Pedro tiene después de haber experimentado la obra de Dios y también es un testimonio de su amor por Dios. […] Cerca del final de su vida, después de haber sido perfeccionado, Pedro dijo: “¡Oh, Dios! Si viviera unos cuantos años, me gustaría alcanzar un amor más puro y más profundo por Ti”. Cuando estaba a punto de ser clavado en la cruz, en su corazón oró: “¡Oh, Dios! Tu tiempo ha llegado ahora; el tiempo que Tú preparaste para mí ha llegado. Debo ser crucificado por Ti, debo dar testimonio de Ti y espero que mi amor pueda satisfacer Tus exigencias y que se pueda hacer más puro. Para mí, poder morir por Ti hoy y ser clavado en la cruz por Ti, es reconfortante y tranquilizador, porque nada me es más grato que poder ser crucificado por Ti y satisfacer Tus deseos, y poder darme a Ti, poder ofrecerte mi vida. ¡Oh, Dios! ¡Eres tan amoroso! Si me permitieras vivir, estaría aún más dispuesto a amarte. Mientras esté vivo, te amaré. Quisiera amarte con mayor profundidad. Me juzgas y me castigas y me pruebas porque no soy justo, porque he pecado. Y Tu justo carácter se me hace más evidente. Esto es una bendición para mí porque puedo amarte con mayor profundidad y estoy dispuesto a amarte de esta manera incluso si Tú no me amaras. Estoy dispuesto a contemplar Tu justo carácter porque esto me capacita más para vivir una vida que tenga sentido. Siento que mi vida es ahora más significativa porque soy crucificado por Tu causa, y es valioso morir por Ti. Pero todavía no me siento satisfecho porque sé muy poco de Ti, sé que no puedo cumplir por completo Tus deseos y te he retribuido demasiado poco. En mi vida no he sido capaz de regresarte mi yo completo; estoy lejos de eso. Al mirar hoy hacia atrás, me siento tan en deuda contigo y solo tengo este momento para compensar todos mis errores y todo el amor que no te he retribuido”.

 

Extracto de ‘Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio’ en “La Palabra manifestada en carne”

 

Nota al pie:

 

 

a. El texto original dice “Estos son algunos”.

 

Fuente: Iglesia de Dios Todopoderoso

 

Recomendación: adorar en espiritu y en verdad