Dice el capítulo 37, versículos 5-6 del Libro de Ezequiel: “Así ha dicho el Señor Jehová á estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis. Y pondré nervios sobre vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy Jehová”. Y dice 1 Tesalonicenses 4:16: “Porque el mismo Señor con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero”. Todos creemos que cuando Jesucristo regrese, los santos de años y generaciones pasadas resucitarán, y que a los cuerpos que llevaron con ellos a la muerte se les dará una nueva vida. Esto es lo que creen muchos hermanos y hermanas, pero, ¿se harán realidad las profecías de las Escrituras tal y como nos imaginamos? ¿Qué queremos decir en verdad cuando hablamos de “la resurrección de los muertos”? A continuación nos centraremos en este problema.
¿Qué significa realmente “Los Muertos”?
Si queremos entender a qué nos referimos cuando hablamos de “la resurrección de los muertos”, tenemos que entender primero quiénes son “los muertos”. Cuando hablamos de los muertos, sabemos todos que aquellos cuyos corazones dejaron de latir y que ya no respiran son gente muerta, y que son personas cuyos cuerpos físicos han muerto. Pero, ¿es esto a lo que se refiere Dios cuando habla de “los muertos”? Al Principio, Adán y Eva escuchaban la palabra de Dios, eran capaces de someterse a Dios. Dios los llamó seres humanos vivos con espíritu. Pero cuando ambos comieron de la fruta prohibida del árbol de la sabiduría del bien y el mal, a los ojos de Dios, ellos ya estaban muertos. Y Dios le dijo a Adán: “Mas del árbol de ciencia del bien y del mal no comerás de él; porque el día que de él comieres, morirás” (Génesis 2:17). Y la Biblia dice: “Y otro de sus discípulos le dijo: Señor, dame licencia para que vaya primero, y entierre á mi padre. Y Jesús le dijo: Sígueme; deja que los muertos entierren á sus muertos” (Mateo 8:21-22). Está claro que los muertos de los que habla Jesucristo no son las personas que están físicamente muertas.
De modo que, ¿Qué significa realmente “los muertos”? Encontré un pasaje en un libro que tocaba este tema: “‘Los muertos’ son los que se oponen y se rebelan contra Dios, son los que son insensibles en espíritu y no entienden las palabras de Dios, son los que no ponen la verdad en práctica y no tienen la más mínima lealtad a Dios, y son los que viven bajo el campo de acción de Satanás y que son explotados por Satanás. […] Originalmente el hombre que Dios hizo estaba vivo, pero debido a la corrupción de Satanás, el hombre vive en medio de la muerte, y vive bajo la influencia de Satanás, y así estas personas se han convertido en los muertos que no tienen espíritu, se han convertido en enemigos que se oponen a Dios, se han convertido en las herramientas de Satanás, y se han convertido en los cautivos de Satanás. […] Los muertos son los que no tienen espíritu, que son insensibles en extremo y que se oponen a Dios. Además, son los que no conocen a Dios. Estas personas no tienen la más mínima intención de obedecer a Dios, sólo se rebelan contra Él y se oponen a Él y no tienen la más mínima lealtad. Los vivos son aquellos cuyos espíritus han vuelto a nacer, que saben obedecer a Dios y que son leales a Dios”.
Este pasaje dice con toda claridad que en el origen, los hombres creados por Dios eran seres vivos poseídos de espíritu; escuchaban la palabra de Dios; eran capaces de someterse a Dios; eran manifestaciones de la gloria de Dios, pero tras ser tentados y corrompidos por Satanás, vivieron bajo el dominio de Satanás y se convirtieron en muertos sin espíritu. Hasta el día de hoy, la raza humana está siendo cada vez más corrompida por Satanás; todos siguen las tendencias del mundo; estamos cansados de la verdad y adoramos aquello que es malvado. No adoramos al verdadero Dios; vivimos todos en pecado; codiciamos los placeres pecaminosos sin tener en cuenta el respeto. Incluso aquellos que durante muchos años creyeron en el Señor siguen ahora las tendencias del mundo sin atenerse a la palabra del Señor. Pecan a menudo y se enfrentan a Dios. Por ejemplo: a menudo seguimos siendo capaces de mentir y ofender a Dios; decimos palabras bonitas cuando le oramos a Dios, pero no practicamos la verdad a Sus espaldas; cuando tratamos con otra gente, seguimos siendo capaces de contar con nuestro carácter arrogante para actuar según nuestros propios criterios, incapaces de aceptar las sugerencias de los demás; a veces, cuando nos topamos con indisposiciones o pruebas y tribulaciones, en nuestros corazones incluso somos capaces de culpar al Señor, hasta el punto de que traicionamos al Señor, o peor. Vemos en todos estos hechos que los así llamados “muertos” no están físicamente muertos, sino que más bien son muertos de espíritu, y este tipo de personas están llenas del carácter corrupto de Satanás, que tienen en su interior; están llenas de desobediencia y resistencia a Dios. Es decir, aunque creen en Dios, son incapaces de poner en práctica la verdad; a menudo viven dentro de su carácter corrupto; viven bajo el dominio de Satanás; no tienen ni fe en Dios ni le obedecen. Estos son “los muertos” a los ojos de Dios. Por otro lado, con “los vivos” nos referimos a aquellos que han echado de sí el carácter corrupto de Satanás, aquellos que son capaces de practicar en todo según la palabra de Dios, que siguen el camino de Dios, que han logrado el amor verdadero y la obediencia a Dios. Tan sólo estas personas son los seres vivos poseídos de espíritu, y ellos son los realmente resucitados de entre los muertos.
¿Cómo resucitan “los Muertos”?
Entendemos ahora qué es “los muertos” en verdad, entonces, ¿cómo pueden los muertos convertirse en gente viva? Jesucristo dijo: “... Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (Juan 11:25-26). “Aun tengo muchas cosas que deciros, mas ahora no las podéis llevar. Pero cuando viniere aquel Espíritu de verdad, él os guiará á toda verdad; porque no hablará de sí mismo, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que han de venir” (Juan 16:12-13). “Porque como el Padre levanta los muertos, y les da vida, así también el Hijo á los que quiere da vida. Porque el Padre á nadie juzga, mas todo el juicio dió al Hijo;” (Juan 5:21-22). Cuando recibió la iluminación del Espíritu Santo, Pedro dijo: “Para nosotros que somos guardados en la virtud de Dios por fe, para alcanzar la salud que está aparejada para ser manifestada en el postrimero tiempo” (1 Pedro 1:5). “Porque es tiempo de que el juicio comience de la casa de Dios” (1 Pedro 4:17). En un libro se habla con más claridad de esto: “Los pecados del hombre fueron perdonados gracias a la obra de la crucifixión de Dios, pero el hombre siguió viviendo en el viejo carácter satánico y corrupto. Así pues, el hombre debe ser completamente salvo de este carácter satánico corrupto para que la naturaleza pecadora del hombre sea del todo desechada y no se desarrolle más, permitiendo así. que el carácter del hombre cambie. Esto requiere que el hombre entienda la senda del crecimiento en la vida, el camino de la vida, y el camino del cambio de su carácter. También necesita que el hombre actúe de acuerdo con esa senda, de forma que su carácter pueda ser cambiado gradualmente y él pueda vivir bajo el brillo de la luz y que pueda hacer todas las cosas de acuerdo con la voluntad de Dios, desechar el carácter satánico corrupto, y liberarse de la influencia satánica de las tinieblas, aflorando de este modo totalmente del pecado. Sólo entonces recibirá el hombre la salvación completa. […] Por tanto, después de completarse esa etapa, aún queda la obra de juicio y castigo. Esta etapa hace al hombre puro por medio de la palabra al darle una senda que seguir”.
“Si las personas quieren convertirse en seres vivientes, y dar testimonio de Dios, y que Dios los apruebe, deben aceptar la salvación de Dios, se deben someter gustosamente a Su juicio y castigo y deben aceptar gustosamente la poda y el trato de Dios. Sólo entonces podrán poner en práctica todas las verdades que Dios exige, y sólo entonces obtendrán la salvación de Dios y verdaderamente se convertirán en seres vivientes”.
Por estas palabras, entendemos que Jesucristo se sirvió de Su propia vida para salvar del pecado a la humanidad. Ya no somos pecadores; estamos cualificados para presentarnos ante Dios y orarle y adorarle, y disfrutar de la gracia de Dios. Pero aun cuando nuestros pecados han sido absueltos, el origen de nuestros pecados sigue yaciendo fuertemente arraigado en nuestro interior, y pecamos a menudo. Esto es un hecho. Dios es santo y grande, Él no permitirá que “los muertos” entren en el reino de Dios. Y como resultado, en los últimos días, Dios “resucitará” a cada una de las personas que realmente crea en Él, es decir, al expresar la verdad, Él llevará a cabo el juicio por la casa de Dios. Él expresará todas las verdades necesarias para que nosotros obtengamos la salvación, lo que nos permitirá un entendimiento verdadero de nuestra naturaleza satánica que desobedece y se resiste a Dios y al mismo tiempo obtendremos el entendimiento del carácter justo de Dios. Entonces será cuando volvamos a la vida en las palabras del juicio de Dios y nos convertiremos en seres vivos en posesión de la verdad y la humanidad. Al igual que ocurrió con Job y Pedro, seremos capaces de amar a Dios profundamente y obedecerle hasta la muerte; viviremos la realidad de las palabras de Dios y tendremos las palabras de Dios como nuestra vida. Al final nos convertiremos en la manifestación de la gloria de Dios. Tan sólo aquellas personas serán el hombre nuevo y el verdadero hombre viviente. Mientras recibamos las palabras de Dios de juicio y castigo, nuestro carácter corrupto podrá ser limpiada y cambiada, y nos convertiremos en personas realmente obedientes a Dios y adoraremos a Dios. Esto es lo que en verdad significa ser la resurrección de los muertos. Esto demuestra aquello que dijo Jesucristo: “Y esta es la voluntad del que me envió, del Padre: Que todo lo que me diere, no pierda de ello, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna: y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:39-40).
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