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¿Cómo podemos cenar en el banquete de las bodas del Cordero?

Li Min

 

Apocalipsis 19:9 relata: “Y el ángel me dijo: Escribe: ‘Bienaventurados los que están invitados a la cena de las bodas del Cordero.’ Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios”.

 

Como cristianos, todos sabemos que, cuando el Señor Jesús regresa en los últimos días, todos aquellos capacitados para recibirlo y cenar en el banquete de las bodas del Cordero son vírgenes prudentes, los bendecidos, los que esperan ser elevados al reino de los cielos. Las vírgenes insensatas, dado que no cenan en el banquete de las bodas del Cordero, pasan a ser aquellas personas rechazadas por el Señor y de manera definitiva e inevitable caen en el desastre. Todos esperamos ser una de las vírgenes prudentes, recibir al novio y ser invitados al banquete de las bodas del Cordero cuando regrese el Señor Jesús. Estos son los últimos días: constantemente estallan guerras; desastres como hambrunas, epidemias, terremotos y tsunamis son de una gravedad cada vez mayor; también aparecen con frecuencia señales en el cielo, como las cuatro lunas de sangre y la luna de supersangre de lobo. Muchas de las profecías bíblicas del regreso del Señor se han cumplido en lo fundamental. En este momento decisivo para recibir el regreso del Señor, ¿cómo podemos asistir al banquete de las bodas del Cordero? Hoy vamos a hablar de los tres principios que debemos conocer sobre el banquete de las bodas del Cordero.

 

1. Ser una persona que humildemente busque y tenga hambre de la verdad

El Señor Jesús nos enseñó: “Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3). “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados” (Mateo 5:6). El Señor Jesús nos pide que con humildad busquemos y tengamos hambre de la verdad. Coincidan o no las palabras y obras de Dios con nuestras ideas, debemos buscar, aceptar y obedecer humildemente para que Dios nos acepte y entrar en Su reino. De igual modo, ante la importantísima cuestión del regreso del Señor Jesús, cuando oigamos predicar la buena nueva de Su regreso, debemos buscar e investigar con humildad, desechar nuestras nociones y fantasías, escuchar activamente el evangelio del Señor retornado y comprobar por nosotros mismos si contiene expresiones de la verdad y la obra del Espíritu Santo para poder recibir al Señor y cenar en el banquete de las bodas del Cordero. Si nos aferramos a nuestras nociones, somos arrogantes y vanidosos, hacemos afirmaciones de manera arbitraria y nos agarramos a las interpretaciones literales de la Biblia para declarar que “aquel Señor Jesús que no descienda sobre nubles blancas no es el Señor Jesús” o que “quien no sea un cuerpo espiritual no es el Señor Jesús”, rechazando así la obra de Dios con obcecación, nos arriesgamos a dar la espalda al Señor Jesús cuando regrese en los últimos días y a perder la ocasión de cenar en el banquete de las bodas del Cordero. Romanos 11:33-34 dice: “¡Oh, profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos! Pues, ¿quien ha conocido la mente del Señor?, ¿o quien llego a ser su consejero?”. La sabiduría de Dios es maravillosa e impredecible. Es imposible que la gente sepa cómo obrará Dios en los últimos días. Somos incapaces de imaginárnoslo. Lo único que podemos hacer es desechar nuestras nociones y buscar e investigar activamente cuando oigamos la buena nueva del regreso del Señor Jesús. Esta es la única vía para recibirlo.

 

Recordad que, cuando el Señor Jesús apareció y obró en Judea, los fariseos sostenían tenazmente el sentido literal de las profecías del Antiguo Testamento, insistiendo en que había que llamar Mesías a Dios. Por consiguiente, cuando Dios llegó y lo llamaron Jesús, ellos se negaron a aceptarlo. El Antiguo Testamento profetizaba que nacería un rey de los judíos que tomaría el poder y los fariseos supusieron que eso significaba, sin lugar a dudas, que el rey nacería en palacio y los liberaría del régimen romano. Cuando vino el Señor Jesús, nació en un pesebre en Belén y, en vez de liderar una subversión judía contra el Gobierno romano, predicó esta idea: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17); además, enseñó al pueblo a confesar sus pecados, ser tolerante y soportar las cruces. Ante la realidad de que la aparición y obra del Señor no coincidían con las nociones humanas, los sumos sacerdotes, escribas y fariseos se volvieron arrogantes y vanidosos por su conocimiento de las Escrituras y la ley. No buscaron humildemente, sino que se convirtieron en los máximos responsables de amañar la culpabilidad del Señor Jesús, de oponerse a Él y condenarlo, incitaron a los creyentes a rechazarlo y al final hicieron que lo crucificaran. Todo cuanto dijeron e hicieron ofendió el carácter de Dios y el Señor los maldijo, lo que provocó que Israel pereciera durante 2000 años. Entretanto, aquellos que humildemente buscaron y tuvieron hambre de la verdad, como Pedro y Juan, nunca aplicaron sus nociones y fantasías a la obra del Señor Jesús. Cuando oyeron lo que predicaba, desearon con ansia oír Sus sermones, lo siguieron y, a la postre, gracias a las palabras y obras del Señor Jesús, reconocieron que Él era el Mesías profetizado y recibieron la salvación del Señor.

 

Con las enseñanzas anteriores podemos comprender que no debemos evaluar ni delimitar la aparición y obra de Dios según nuestras nociones y fantasías. Por el contrario, hemos de ser sensatos y buscar e investigar con humildad, pues sólo así tendremos la ocasión de contemplar la aparición de Dios y recibir Su guía.

 

2. Estar atentos a la voz de Dios

En Apocalipsis 2-3 hay muchas profecías similares a aquella que señala: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. En Apocalipsis 3:20 leemos: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo”. Además, el Señor Jesús nos dijo claramente: “Pero a medianoche se oyó un clamor: ‘¡Aquí está el novio! Salid a recibirlo’” (Mateo 25:6). “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando El, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir” (Juan 16:12–13). En estas profecías vemos que el Señor Jesús regresará y nos hablará en los últimos días. Nos contará todas las verdades que antes no entendíamos dentro de nuestra fe en el Señor para que recibamos toda la verdad de Dios. Así pues, es preciso que centremos nuestra atención en la voz de Dios y que recibamos al Señor retornado y cenemos en el banquete de las bodas del Cordero tras escuchar la voz o las palabras de Dios.

 

El Señor Jesús afirmó: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14:6). Sólo Dios puede expresar la verdad, señalarnos el camino y darnos la vida. Podemos comprobar si lo que oímos es o no el regreso del Señor en función de las palabras manifestadas, de si contienen la verdad y nos dan provisión de vida, de si tienen la autoridad y el poder de Dios, etcétera. Cuando el Señor Jesús vino a obrar, nos enseñó a orar, a ser tolerantes y generosos, a amar a nuestros enemigos y orar por ellos, entre otras cosas, según nuestros problemas y dificultades reales. Estas palabras son verdades y señalan unas sendas de práctica concretas que nos dan provisión de vida y unos principios claros de comportamiento para cuanto nos suceda. Los discípulos y seguidores del Señor también reconocieron, a partir de la verdad que Él expresó, que era el Mesías profetizado, pues percibían poder y autoridad en Sus sermones. La samaritana entendió en las palabras del Señor Jesús que los rituales externos no son cuestión de oraciones, sino más bien de que la gente adore a Dios en espíritu y verdad, y que Dios es la única fuente del agua de la vida. Hablando con el Señor descubrió, asimismo, que el Señor Jesús observa el corazón y el alma de las personas y puede conocer todo lo que hacemos en secreto, por lo que reconoció que el Señor Jesús era el Mesías profetizado. Bartolomé también reconoció a partir de las palabras del Señor Jesús que Él observa todas las cosas y conoce bien a las personas. Solamente Dios podría tener semejante autoridad, así que admitió que el Señor Jesús era Dios y lo siguió.

 

Por consiguiente, si deseamos recibir al Señor Jesús retornado en los últimos días, debemos estar atentos a Sus palabras y a las verdades que expresa, ya que es la única manera de que tengamos la oportunidad de cenar en el banquete de las bodas del Cordero y de entrar en el reino de Dios.

 

3. Concentrarse en discernir los dichos y falacias del maligno y ponerse en guardia contra las trampas de Satanás

Cuando el Señor Jesús estaba obrando, en una ocasión dijo a Sus discípulos: “¡Tened cuidado! Guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes” (Marcos 8:15). Dios observaba el corazón y el alma de las personas y sabía que, con frecuencia, los fariseos utilizaban la interpretación de la Escritura ante los creyentes judíos para tergiversar su significado, descarriar al pueblo e inducirlo a error. Aparentemente eran humildes y pacientes, pero detestaban la verdad y a Dios y se oponían frenéticamente a Él, razón por la cual Dios advirtió a Sus discípulos que se pusieran en guardia contra las palabras de los fariseos para que no los engañaran y perdieran la salvación del Señor. En aquel entonces, los fariseos les dijeron a los creyentes que se lo impidieran: “¿Es que también vosotros os habéis dejado engañar? ¿Acaso ha creído en El alguno de los gobernantes, o de los fariseos?” (Juan 7:47–48). Con ello querían decir que los sumos sacerdotes, los escribas y los fariseos eran unos líderes judíos conocedores de las Escrituras que se afanaban por trabajar y que, como no aceptaban al Señor Jesús, eso era prueba de que Él no era el Mesías. Los fariseos, asimismo, condenaron al Señor Jesús y blasfemaron contra Él diciendo: “Este no expulsa los demonios sino por Beelzebú, el príncipe de los demonios” (Mateo 12:24). Afirmaban que el Señor Jesús expulsaba los demonios por medio del príncipe de los demonios, pues temían que los creyentes judíos siguieran al Señor, que, a su vez, nadie los respaldara ni mantuviera a ellos y que no pudieran conservar su estatus y posición; así, difundieron rumores y calumnias y blasfemaron frenéticamente contra el Señor Jesús para que los creyentes negaran que Él era el Mesías y rechazaran Su salvación. La aparente piedad de los sumos sacerdotes, escribas y fariseos engañó al pueblo judío. Este consideraba a los líderes judíos prebostes de su fe en Dios, obedecía ciegamente las ideas y falacias del maligno que ellos difundían, se negó a investigar la obra del Señor Jesús, acabó uniéndose a ellos para oponerse al Señor, condenarlo y crucificarlo, y fue maldecido y castigado por Dios. Esto cumple plenamente la profecía de Dios: “Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento” (Oseas 4:6).

 

Vemos que, en lo que respecta al estudio del camino verdadero, si nos falta discernimiento de los dichos y falacias del maligno, caeremos fácilmente en las trampas de Satanás o incluso nos uniremos a él para hacer el mal y oponernos a Dios, por lo que perderemos la salvación de Dios. De igual modo, en la cuestión clave del recibimiento al Señor Jesús en los últimos días, y con el fin de impedir que aceptemos la obra de Dios en los últimos días y de alterar la gestión de Dios, Satanás utiliza a toda clase de personas, asuntos y cosas para difundir siniestros dichos y falacias que nos engañen y perturben. La verdad es la única vía para descubrir las trampas de Satanás y, mientras sepamos discernir y evaluar las cosas de acuerdo con las palabras del Señor Jesús, podremos guardarnos de la levadura de los fariseos, recibir al Señor Jesús retornado y cenar en el banquete de las bodas del Cordero. Por ejemplo, el Señor Jesús nos prometió: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mateo 7:7). También nos dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen” (Juan 10:27). En el Apocalipsis, asimismo, Dios nos recuerda en muchas ocasiones lo siguiente: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis 2:7). Las palabras de Dios afirman muy claramente que, en lo que atañe al recibimiento del regreso del Señor, la única manera de recibirlo pasa por orar siempre al Señor, oír lo que dice la voz del Espíritu Santo a las iglesias y reconocer la voz de Dios. Cuando nos reunimos en la iglesia solemos oír cosas como: “Hermanos y hermanas, vuestra estatura es pequeña y os falta discernimiento. Si alguien predica que el Señor ha regresado, no debéis escuchar, oír ni investigar. Así os protegéis de la confusión”; “toda predicación de que el Señor ha regresado es falsa y no debemos investigar esas cosas para que no nos engañen”. Estas palabras parecen dichas en nuestro beneficio, pero si las comparamos minuciosamente con las del Señor Jesús, son totalmente opuestas a la voluntad y las exigencias del Señor. También son un gran obstáculo para que recibamos al Señor. Si nos falta discernimiento respecto a estas palabras y las obedecemos sin pensar, ¿no estaremos rechazando al Señor a nuestra puerta? ¿Cómo podríamos recibir la aparición del Señor de esa forma? En tal caso, ¿no perdemos toda esperanza de reunirnos con el Señor y cenar en el banquete de las bodas del Cordero?

 

Por tanto, hemos de aprender la lección de los creyentes judíos y tener opiniones e ideas propias sobre el recibimiento al Señor. Debemos orar a Dios, buscar y obedecer la guía del Espíritu Santo y no hacer caso sin pensar a las palabras de nadie, pues sólo así podremos evitar que nos engañen los siniestros dichos y falacias de Satanás, recibir al Señor retornado y cenar en el banquete de las bodas del Cordero.

 

Los tres principios anteriores son clave para que recibamos al Señor Jesús retornado y cenemos en el banquete de las bodas del Cordero. Si nos centramos más en la contemplación, la búsqueda y la entrada, cumpliremos nuestro deseo de reunirnos con el Señor.

 

Que Dios esté con todos nosotros y siga concediéndonos esclarecimiento y guía. ¡Amén!

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