Todos sabemos que el Señor Jesús hizo la obra de crucifixión para redimir a la humanidad. Después de aceptar al Señor Jesús como el Salvador, cuando cometemos los pecados, solo si confesamos al señor, nuestros pecados serán perdonados, y ya no seremos condenados ni sentenciados a muerte bajo la ley. Pero, esto no significa que dejamos de ser un pecador, ni significa que estamos haciendo la voluntad de Dios y podamos entrar directamente en el reino de los cielos. Sobre este aspecto, podemos ver dos pasajes de las palabras de Dios para entenderlo, Dios dice: “Los pecados del hombre fueron perdonados a través del Dios encarnado, pero eso no significa que el hombre no tenga pecado en él. Los pecados del hombre podían ser perdonados por medio de una ofrenda por el pecado, pero el hombre ha sido incapaz de resolver el problema de cómo no pecar más y cómo poder desechar completamente su naturaleza pecaminosa y ser transformado”. “Aunque el hombre ha sido redimido y se le han perdonado sus pecados, sólo se considera que Dios no recuerda sus transgresiones y no lo trata de acuerdo con estas. Sin embargo, cuando el hombre vive en la carne y no ha sido liberado del pecado, sólo puede continuar pecando, revelando interminablemente el carácter satánico corrupto. Esta es la vida que el hombre lleva, un ciclo sin fin de pecado y perdón. La mayoría de los hombres pecan durante el día y se confiesan por la noche. Así, aunque la ofrenda por el pecado siempre sea efectiva para ellos, no podría salvarlos del pecado. Sólo se ha completado la mitad de la obra de salvación, porque el hombre sigue teniendo un carácter corrupto”.
De las palabras de Dios podemos entender que la obra redentora del Señor Jesús ha perdonado nuestros pecados. Esto es porque Dios no recuerda nuestros pecados contra la ley, pero nuestra naturaleza pecaminosa no ha sido eliminada, y a menudo pecamos y nos oponemos al Señor involuntariamente. Por ejemplo, oramos todos los días confesando nuestros pecados, pero luego seguimos cometiendo los mismos pecados, esto es mentir abiertamente a Dios; en las relaciones entre personas, cuando una comienza a quebrantar nuestros intereses o herir nuestro orgullo, llegamos a odiarla, e incluso a vengarla; cuando vemos a algunos predicadores que pueden predicar, empezamos a adorarlos y a admirarlos, cuando nos sucede algo, no oramos a Dios, sino que buscamos a ellos para resolverlo, no importa si lo que dicen encaja con la verdad o no, escuchamos de todas formas, esa actitud es de adorar a un ídolo; y cuando tenemos un pequeño estatus en la iglesia, nos volvemos engreídos y no tenemos a Dios en el corazón, monopolizamos el poder en la iglesia y les pedimos a los hermanos y hermanas que nos escuchen, una vez que no nos escuchen, nos enfadamos e incluso les excluimos; cuando nos encontramos con algunas cosas como los desastres naturales y los desastres provocados por el hombre, nos enfadamos, nos quejamos, y culparemos a Dios e incluso hay peligro de dejar a Dios; etc. Estas situaciones se manifiestan en nosotros en diversos grados. Se puede ver que creemos en el Señor tan solo reconociendolo verbalmente el nombre de Dios, sin poder obedecer la palabra del Señor, como si se ha convertido en lo que dijo el Señor Jesús: “El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien lo juzgue”. Dios es justo y santo, y el reino de los cielos naturalmente también es santo. No permite que la suciedad permanezca, tal como dijo el Señor Jesús: “En verdad, en verdad os digo que todo el que comete pecado es esclavo del pecado; y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí permanece para siempre” (Juan 8:34-35). El carácter de Dios no tolera ser ofendido, nosotros que no obedecemos la Palabra de Dios y que somos esclavos del pecado llenos de caracteres corruptos ¿cómo podemos estar calificados para entrar en el reino de los cielos? Dios es fiel, y salvará por completo a las personas. Por lo tanto, de acuerdo con nuestras necesidades, y de acuerdo con el propio plan de la obra de Dios, predice que llevará a cabo la etapa de la obra de juicio, para alcanzar la purificación de nuestra esencia corrupta, así estaremos calificados para entrar en el reino de los cielos. Así como dice la Biblia: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando Él, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir” (Juan 16:12-13). “El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien lo juzgue; la palabra que he hablado, esa lo juzgará en el día final” (Juan 12:48). “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis 2:7). Se puede ver que cuando el Señor regrese en los últimos días, publicará la verdad y usará Sus palabras para juzgar, empezando por la casa de Dios, es decir, la obra del juicio del gran trono blanco, es para purificar nuestros pecados, haciendo que nuestra esencia corrupta cambie, siendo obedientes a Dios y amar a Dios, obteniendo la salvación completa de Dios. Por lo tanto, ¡es muy importante aceptar la obra del juicio de Dios en los últimos días para que podamos entrar en el reino de los cielos!
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