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Mi elección

 

Por Bai Yun, China

 

En marzo de 2012, mi madre compartió conmigo el evangelio de los últimos días de Dios Todopoderoso. Empecé a leer la palabra de Dios a diario y solía reunirme para hablar sobre la palabra de Dios con otros. Recuerdo un fragmento de la palabra de Dios Todopoderoso que leí un día en mis devocionales. Dios Todopoderoso dice: “Como miembros de la raza humana y cristianos devotos, es responsabilidad y obligación de todos nosotros ofrecer nuestra mente y nuestro cuerpo para el cumplimiento de la comisión de Dios, porque todo nuestro ser vino de Él y existe gracias a Su soberanía. Si nuestras mentes y nuestros cuerpos no son para la comisión de Dios ni para la causa justa de la humanidad, nuestras almas serán indignas de aquellos que fueron martirizados por causa de aquella, y aún más, indignas de Dios, que nos ha provisto todo” (‘Dios preside el destino de toda la humanidad’ en “La Palabra manifestada en carne”). Las palabras de Dios me enseñaron que Dios creó a la humanidad y que todo lo que tengo viene de Él. Yo tenía que devolverle ese amor y cumplir el deber de un ser creado. Por eso empecé a compartir el evangelio con gente que conocía.

 

Un día, en diciembre de 2012, la policía me detuvo ilegalmente por predicar el evangelio y estuve catorce días presa por “perturbar el orden social”. Mis padres y mi marido vinieron a visitarme en el centro de detención el séptimo día. Cuando entré en la sala de visitas, vi a mi madre y mi padre esperando y a mi marido con nuestro hijo de un año. Los ojos se me llenaron de lágrimas al verlos. Saludé a mis padres con calma, corrí hacia mi marido y tomé al niño en mis brazos. Me sentía muy triste. Vivíamos juntos, en familia, hasta que el Partido Comunista de China (PCCh) me detuvo ilegalmente sin motivo, solo por mi fe y por difundir el evangelio. Y ahora tenía que ver a mi familia en un centro de detención. Mi marido me dijo: “Hablé con mi jefe de tropa sobre lo que sucedió en cuanto supe lo de tu arresto y dice que debes abandonar esa religión. Eres una graduada universitaria, tienes estudios. ¡Echarás a perder todo tu futuro si sigues creyendo en Dios! También dicen que, si no lo haces, me echarán del Partido y del ejército. Perderé incluso el aumento por cambio de trabajo del año que viene. Puedo renunciar a todo eso, pero tienes que pensar en nuestro hijo y en tu familia. Si te arrestan de nuevo no va a ser así. ¡Te mandarán a la cárcel! ¿Qué pasaría entonces con nuestro hijo? No podría ir a la universidad, ni ser funcionario ni militar. ¿Cómo encontraría su lugar en la sociedad? ¿Tendría que pasar por esa vergüenza?”. Al oírlo hablar así me sentí más triste todavía. Me dolía el corazón mientras abrazaba a mi hijo y pensaba: “Si acabo en prisión algún día, ¿cómo va a crecer sano mi niño sin su madre desde tan pequeñito? ¿Se burlarán de él o lo discriminarán? Y si echan a mi marido del Partido y del ejército, su futuro está acabado”. No soportaba pensarlo. Ahogué mi llanto y no dije ni una palabra. Al ver que yo no respondía, mi marido me dijo, enfadado: “El jefe me ha dicho que si no te comprometes a abandonar esa fe, tendré que divorciarme. ¡Vas a tener que elegir!”. Como yo seguía sin decir nada, tomó a nuestro hijo en brazos y se marchó. Sentía como si me hubiesen clavado un cuchillo en el corazón y ya no pude reprimir las lágrimas. De vuelta a la celda, me sentía confusa. ¿Por qué mi marido había ido a hablar con su jefe sobre mi arresto tan pronto? Sabía que no sería bueno para mí ni para él. ¿Por qué lo había contado así? Después de pensarlo, llegué a la conclusión de que estaba intentando protegerse. Cuando se me ocurrió, no quería aceptarlo. Me hacía sufrir de verdad. No podía evitar pensar que tener fe en Dios es bueno y natural, que no hay nada malo en ello. Cuando los creyentes nos reunimos, es solo para leer la palabra de Dios, cumplir con nuestro deber, difundir el evangelio y buscar la verdad. Además, ¿la constitución nacional no permite claramente la libertad religiosa? ¿Por qué el Partido Comunista nos oprime de esta manera y fuerza a mi marido a divorciarse de mí? No conseguía verle el sentido.

 

Cuando volví a mi celda, hablé de mi confusión con una hermana de la iglesia. Entonces, con calma, recitó unos fragmentos de la palabra de Dios Todopoderoso. “¡Vaya un rey de los demonios! ¿Cómo puede tolerarse su existencia? No descansará hasta que haya hecho arruinado la obra de Dios, y la haya dejado hecha trizas, como si quisiera oponerse a Dios hasta las últimas consecuencias, hasta que uno o el otro perezca, oponiéndose a Dios deliberadamente y acercándose cada vez más. Hace tiempo que su odioso rostro ha sido desenmascarado completamente, ahora está magullado y golpeado y en una situación deplorable, pero todavía no cede en su odio a Dios, como si solo al devorarlo de un bocado, pudiera aplacar el aborrecimiento acumulado en su corazón” (‘La obra y la entrada (7)’ en “La Palabra manifestada en carne”). “¿Libertad religiosa? ¿Los derechos e intereses legítimos de los ciudadanos? ¡Todos son trucos para tapar el pecado! […] ¿Por qué levantar un obstáculo tan impenetrable a la obra de Dios? ¿Por qué emplear diversos trucos para engañar a la gente de Dios? ¿Dónde están la verdadera libertad y los derechos e intereses legítimos? ¿Dónde está la justicia? ¿Dónde está el consuelo? ¿Dónde está la cordialidad? ¿Por qué usar intrigas engañosas para embaucar al pueblo de Dios? ¿Por qué usar la fuerza para suprimir la venida de Dios? ¿Por qué no permitir que Dios vague libremente por la tierra que creó? ¿Por qué acosan a Dios hasta que no tenga donde reposar Su cabeza?” (‘La obra y la entrada (8)’ en “La Palabra manifestada en carne”). Entonces compartió esta enseñanza: “En los últimos días, Dios se ha hecho carne y ha venido a la tierra para hablar y hacer Su obra. Expresa verdades que limpian y salvan a la humanidad, y quienes tienen corazón y espíritu oyen la voz de Dios y regresan a Dios Todopoderoso. Pero el Partido Comunista es un partido ateo. Odia fervientemente a Dios y la verdad, y tiene miedo de que la gente descubra la verdad en las palabras de Dios Todopoderoso, siga a Cristo y dé testimonio de Él, abandonando y rechazando el Partido. Porque en ese caso perderían sus apoyos y su ambición de mantener al pueblo chino enjaulado y controlado para siempre quedaría destruida”. “Por eso se esfuerzan por lanzar todo tipo de rumores y mentiras, calumnias y acusaciones contra Dios Todopoderoso, por eso ponen toda la fuerza del país para perseguir a Cristo y a los cristianos”. “Quiere eliminar por completo la obra de Dios en la tierra para proteger su propia dictadura atea”. que el PCCh afirma permitir la libertad religiosa para ocultar su perversa persecución de las creencias religiosas y para engañar a todo el mundo. No hay libertad religiosa ni derechos humanos en China. En China, tener fe significa enfrentarse a la persecución del régimen satánico del Partido Comunista. Eso es un hecho. Después de oírla hablar, pude ver con claridad la naturaleza maligna del Partido Comunista y su odio a Dios y a la verdad, y percibí su absoluta maldad. Desde pequeña me habían envenenado con su educación atea. Siempre había visto al Partido como el gran salvador del pueblo, lo adoraba. Creía y hacía todo lo que el Partido mandaba, sin reservas. Ahora podía ver lo estúpido que era eso. También pensé en algo que mi marido dijo cuando compartí el evangelio con él. “El Comité Central ha ordenado acabar con la Iglesia de Dios Todopoderoso y la preparación para el combate de nuestra unidad ha aumentado al nivel tres. Todos los creyentes en Dios Todopoderoso serán considerados enemigos. Además, la formación política de las clases del Partido se centran ahora en la Iglesia de Dios Todopoderoso. Aunque yo sé que tu fe es buena, el Partido Comunista tiene el poder, y los débiles no pueden derrotar a los fuertes. ¿Qué podemos hacer más que obedecer?”. Al pensar en todo lo que había dicho me puse furiosa. El Partido Comunista se opone al Cielo. Quiere usar toda su fuerza contra Dios, y no solo trata a los creyentes como criminales, condenándolos y oprimiéndolos, sino que intimida e incita a las masas para que se pongan de su lado. Incluso habían logrado intimidar y engañar a mi marido. No diferenciaba el bien del mal y oprimía mi religión. El Partido Comunista no quiere que nadie siga a Dios ni vaya por el buen camino, lo que quiere es que crean en el partido. ¡Son malos, despreciables! ¡No tienen vergüenza! ¡Odiaba y maldecía a esos demonios comunistas con todo el corazón! Me amenazaban con el futuro de mi hijo y mi marido para obligarme a traicionar a Dios. Sabía que no podía caer en su engaño. Por mucho que mi marido me presionase, y aunque tuviese que ir a la cárcel, seguiría creyendo en Dios.

 

Por la noche, en la cama, pensé en todos los momentos felices que había vivido con mi hijo. Era muy pequeño y tenía toda la vida por delante. Me preguntaba si mi fe perjudicaría su futuro. Al pensar eso, empecé a sentirme más débil, así que oré a Dios en silencio para pedirle que cuidase mi corazón. Después de la oración, recordé un fragmento de la palabra de Dios. “De todo lo que acontece en el universo, no hay nada en lo que Yo no tenga la última palabra. ¿Hay algo que no esté en Mis manos? Todo lo que Yo digo se hace, y ¿quién entre los seres humanos puede hacerme cambiar de opinión?” (‘Capítulo 1’ de Las palabras de Dios al universo entero en “La Palabra manifestada en carne”). Y pensé: “¡Eso es! Dios lo gobierna todo, y el futuro de mi hijo también está en Sus manos. Él tiene la última palabra, no un ser humano”. “¿De qué me vale preocuparme?”. Entonces oré de nuevo para confiar a mi hijo a Dios. Después de eso me sentí mucho mejor y ya no estaba preocupada. Así superé los catorce días de encierro, gracias a la fe y a la fuerza que Dios me dio. Cuando me liberaron, mi padre me llevó a casa y mi marido iba en el asiento de atrás. Mi marido me dijo, con los ojos rojos de llorar: “Mi jefe lleva todo este tiempo haciendo trabajo ideológico conmigo. Quieren que te denuncie. Dicen que me despedirán si sigues creyendo en Dios a no ser que me divorcie de ti. ¡Me estoy volviendo loco! Te lo pido por favor, déjalo. Si te atrapan irás a la cárcel y eso destruirá nuestra familia”. Lloraba mientras me decía eso y a mí me dolía el corazón. Oré a Dios en silencio y le pedí que me diese fuerza. Entonces recordé un fragmento de la palabra de Dios. “En cada paso de la obra que Dios hace en las personas, externamente parece que se producen interacciones entre ellas, como nacidas de disposiciones humanas o de la interferencia humana. Sin embargo, detrás de bambalinas, cada etapa de la obra y todo lo que acontece es una apuesta hecha por Satanás ante Dios y exige que las personas se mantengan firmes en su testimonio de Dios” (‘Solo amar a Dios es realmente creer en Él’ en “La Palabra manifestada en carne”). Me di cuenta de que era un truco de Satanás. Satanás quería usar la amenaza de divorcio de mi marido para obligarme a traicionar a Dios. ¡No podía caer en su trampa! Entonces le dije a mi marido: “Yo no quiero destruir esta familia. Sabes que he cambiado desde que encontré la fe. Ya no discutimos y nuestra relación es cada vez mejor. Has oído la palabra de Dios Todopoderoso y el testimonio de hermanos y hermanas. Sabes que tener fe es bueno. Ahora el PCCh quiere condenarme y arrestarme, despedirte, echarte del ejército y que nos divorciemos. ¿Quién es el que intenta destruir esta familia? Pero en lugar de odiar al PCCh, te unes a él para perseguir mi fe. ¿Es que ya no distingues el bien del mal? Ya sabes qué clase de partido es el Partido Comunista. Odia a Dios, odia la verdad, es un enemigo jurado de Dios. Ha arrestado y perseguido a muchos cristianos y ha causado mucho mal. ¿Podrá escapar al castigo de Dios?”. “Dios dijo hace tiempo: ‘Cualquier lugar donde aparezca la encarnación es un lugar desde el cual el enemigo es exterminado. China será la primera en ser aniquilada; será devastada por la mano de Dios. Él no le dará cuartel a China’ (‘Capítulo 10’ de Interpretaciones de los misterios de las palabras de Dios al universo entero en “La Palabra manifestada en carne”)”. “Los desastres crecen cada vez más. Cuando lleguen los grandes desastres, el Partido Comunista será el primero en ser destruido por Dios. Cuando eso suceda, todos los que lo hayan seguido y se hayan opuesto a Dios perecerán. No tendrán ni un día de paz. No vuelvas a pedirme que abandone mi fe. ¡Nunca voy a dejar de creer en Dios!”. Cuando vio que no iba a ceder, se enfureció y me dio una bofetada. Veía que era el Partido Comunista el que lo había incitado a tratarme así. Fue muy doloroso y me hizo odiar al Partido con todo el corazón. Pensé: “¡Cuanto más me oprimís, más fuerte se hace mi fe!”.

 

Al llegar a casa, mi marido seguía con el mismo tema. “Si tienes que hacerlo, practica tu fe en casa. Yo no te denunciaré a mi jefe, ¿está bien?”. Entonces pensé: “He disfrutado mucho de la gracia y las bendiciones de Dios, del sustento de la verdad. Si no comparto el evangelio ni cumplo con mi deber, ¿es eso fe? Además, si me quedo en casa sin ir a reuniones ni hablar sobre la palabra de Dios, mi progreso será muy lento”. Sabía que no podía escuchar a mi marido. Entonces intentó convencerme con palabras dulces: “Yo no te he cuidado bien, te he ofendido. Dejaré de trabajar durante un tiempo para quedarme en casa contigo y con el niño. Iré contigo donde quieras, te compraré todo lo que quieras. ¡Solo quiero que seas feliz!”. Cuando me habló con tanto amor me hizo flaquear un poco, pero enseguida me di cuenta de que era otro de los trucos de Satanás. Dije una oración en silencio, prometí conservar mi fe y cumplir con mi deber por encima de todo. Después de eso, mi marido empezó a seguirme a todas partes. Tenía miedo de poner en peligro a los demás si me denunciaba, así que no me atrevía a reunirme con hermanos y hermanas. Echaba de menos mi vida de antes del arresto. Pensaba que en aquel entonces podía reunirme y conversar con hermanos y hermanas y cumplir con mi deber. Pero ahora, no podía participar en las reuniones y estaba limitada en todo. No podía practicar mi fe ni vivir normalmente. Y mi marido, coaccionado por el gobierno, estaba decidido a conseguir que abandonase mi fe o a divorciarse de mí. Me atormentaba pensar en la decisión que tenía que tomar. La verdad es que tenía la esperanza de que mi marido se uniese a mí en mi fe y que no tendríamos que separarnos. Durante esa época, cada día era como un año. Llorando, me presentaba ante Dios en oración: “Oh, Dios, me siento muy dolida y débil al tener que tomar esta decisión. No sé qué hacer. ¡Guíame!”. Después leí esto en la palabra de Dios: “Creyentes e incrédulos no son compatibles, sino que más bien se oponen entre sí”. “Cualquiera que no crea en Dios encarnado es demoniaco y, es más, va a ser destruido. […] Cualquiera que no reconozca a Dios es un enemigo; es decir, cualquiera que no reconoce a Dios encarnado, tanto dentro como fuera de esta corriente, ¡es un anticristo! ¿Quién es Satanás, quiénes son los demonios y quiénes son los enemigos de Dios, sino los opositores que no creen en Dios?” (‘Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo’ en “La Palabra manifestada en carne”). Cuando acabé de leer, pensé en cómo había actuado mi marido desde mi arresto. Me había insistido una y otra vez para que abandonase mi fe, había usado el cariño para ablandarme, me había amenazado con el divorcio y había llegado a pegarme. ¿Todo eso para hacerme traicionar a Dios? ¿No era uno de esos que Dios describe al decir «los opositores que no creen en Dios»? Lo primero que hizo al saber que me habían arrestado fue ir a hablar con su jefe. ¿No lo había hecho para protegerse sin tenerme en cuenta a mí? En su corazón, su propio futuro era mucho más importante que yo. Todas las cosas bonitas que me decía eran solo un engaño. Él eligió el PCCh y yo elegí a Dios. Íbamos por dos caminos diferentes. Nunca podríamos encontrar la felicidad juntos. Al pensarlo me di cuenta de que no podía evitarlo: iba a tener que elegir entre mi fe y mi familia. Cuando pensé en todos los años que había pasado con mi marido, me sentí tan triste y tan disgustada... Acudí ante Dios en oración una vez más para rogar Su protección. Después, leí esto en la palabra de Dios. “Debes sufrir adversidades por la verdad, debes entregarte a la verdad, debes soportar humillación por la verdad y, para obtener más de la verdad, debes padecer más sufrimiento. Esto es lo que debes hacer. No debes desechar la verdad en beneficio de una vida familiar pacífica y no debes perder la dignidad e integridad de tu vida por el bien de un disfrute momentáneo. Debes buscar todo lo que es hermoso y bueno, y debes buscar un camino en la vida que sea de mayor significado. Si llevas una vida tan vulgar y no buscas ningún objetivo, ¿no estás malgastando tu vida? ¿Qué puedes obtener de una vida así? Debes abandonar todos los placeres de la carne en aras de una verdad y no debes desechar todas las verdades en aras de un pequeño placer. Personas como estas no tienen integridad ni dignidad; ¡su existencia no tiene sentido!” (‘Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio’ en “La Palabra manifestada en carne”). La palabra de Dios me dio un camino de práctica y restauró mi fe. Acudí ante Dios en oración: “¡Oh, Dios! Aunque tenga que divorciarme, te seguiré a ti”. “Dame fuerza y fe para seguir dando testimonio”.

 

Un día conseguí despistar a mi marido y visité a algunos hermanos y hermanas. Cuando llegué a casa, vi a mi marido con algunos familiares más. Tenía los ojos rojos y parecía muy disgustado. Algunos de nuestros familiares estaban tristes y decepcionados y otros parecían furiosos. Me di cuenta de que Satanás me estaba asediando de nuevo, esta vez usando a mi familia. Alcé una oración silenciosa a Dios y pensé en Sus palabras: “Aquellos a los que Dios alude como ‘vencedores’ son los que siguen siendo capaces de mantenerse firmes en el testimonio y de conservar su confianza y su devoción a Dios cuando están bajo la influencia de Satanás y mientras estén bajo su asedio, es decir, cuando se encuentren entre las fuerzas de las tinieblas. Si sigues siendo capaz de mantener un corazón puro ante Dios y tu amor genuino por Él pase lo que pase, entonces te estás manteniendo firme en el testimonio delante de Él, y esto es a lo que Él se refiere con ser un ‘vencedor’” (‘Debes mantener tu lealtad a Dios’ en “La Palabra manifestada en carne”). La palabra de Dios me dio fe y fuerza y tomé una decisión en mi corazón: hiciera lo que hiciera mi familia, no traicionaría a Dios. Seguiría dando testimonio de Él.

 

Con una mirada furiosa, mi tía me preguntó: “¿Has ido a una reunión, ¿verdad? ¿Te importa algo esta familia?”. Entonces mi tío empezó a gritar: “¿Dios? ¡Dios no existe! China es un país ateo y el Partido Comunista es el que manda. Si quieres creer en algo, cree en el Partido”. Entonces buscó algunas mentiras del Partido Comunista en el periódico y me dijo: “¡Mira! Este es el Dios Todopoderoso en el que crees. Es uno de los mayores enemigos del estado. ¡Los creyentes arrastran a sus familias con ellos! Si no lo haces por ti, piensa al menos en tu hijo”. Entonces intervino otra tía: “No lleváis mucho tiempo casados y las cosas no han sido fáciles. No puedes abandonar a tu familia por algo así. De no ser por tu fe en Dios, tu familia no estaría en esta situación”. Todos empezaron a hablar para darle la razón. Estaba furiosa por oírlos hablar de esa manera. Entonces les dije, muy seria y muy firme: “¿Quién está intentando destruir esta familia? ¿Hay algo malo en ir por el buen camino? El Partido Comunista condena y arresta a los creyentes y quiere meterme en la cárcel. Os ha amenazado a todos y está forzando a mi marido a divorciarse de mí. ¡Todo esto es obra del Partido Comunista!”. “Pero en vez de odiar el PCCh, os ponéis de su lado contra mí para obligarme a traicionar a Dios. ¿Es eso lo mejor para mí y para la familia?”. Después de eso, otro tío dijo: “Es cierto, no podemos confiar en el Partido, pero ellos tienen el poder ahora. Si crees en Dios, no tendrán compasión de ti. Irás a la cárcel. Somos personas normales, ¿cómo podemos enfrentarnos al Partido? Sigue mi consejo. Renuncia a tu fe. ¡Lo más importante es mantener la familia unida!”. Entonces les dije: “Los desastres se hacen cada vez más grandes. Cuando lleguen los grandes desastres, todos los que se opongan a Dios serán castigados. Solo las personas de fe que se hayan arrepentido ante Dios obtendrán Su protección. Solo los verdaderos creyentes tendrán un buen futuro. ¿Qué clase de futuro va a haber sin fe?”. “Vosotros sois mis seres queridos. Espero de verdad que Dios os salve y que no sucumbáis a los desastres, y por eso he compartido el evangelio con vosotros una y otra vez. Pero no os atrevéis a creer aunque sabéis que es el buen camino porque tenéis miedo de que os detengan. Y ahora os interponéis en mi camino e intentáis obligarme a traicionar a Dios. ¿No tenéis miedo de que, cuando lleguen los desastres, seréis castigados junto con el Partido Comunista?”. Después de decir eso, el tío que había hablado primero se puso rojo de ira y me amenazó con rabia: “¡Si sigues con esa religión acabaré contigo! ¡Te voy a denunciar, irás a la cárcel!”. Al decir esto, sacó el teléfono y empezó a marcar. Mi tía corrió hacia él y le arrebató el teléfono. Ver a mi tío dispuesto a hacer algo así me llenó de dolor. ¿Cómo puede ser un miembro de la familia? ¡Esa es la obra de un demonio! Les dije: “Sois mi familia y os respeto, pero a la hora de elegir mi camino de fe no voy a dejar que nadie me diga qué hacer. De ninguna manera voy a renunciar a mi fe, traicionar a Dios y seguir al PCCh como vosotros queréis”. Entonces mi marido me dio un golpe tan fuerte que me tiró al suelo. Mis gafas salieron volando y atravesaron la habitación. Me señaló con el dedo y me gritó: “¿Quieres a Dios o a tu familia? ¡Me divorciaré enseguida si sigues con esa religión!”. Vi que mi marido estaba dispuesto a divorciarme para proteger su futuro. Estaba muy dolida y llena de odio contra el Partido Comunista. Alcé una oración a Dios en silencio: “Obedeceré a Dios aunque tenga que perder todo lo que amo”. Un par de meses más tarde llegó el día del divorcio. Mi marido me llamó y dijo: “Mi jefe de tropa vendrá mañana con nosotros a la oficina de Asuntos Civiles para los trámites del divorcio”. Al oír sus palabras, pensé en cómo el PCCh había destruido una familia perfectamente buena. ¡El Partido Comunista es cruel y despreciable! Al día siguiente, firmamos el divorcio bajo la mirada del jefe de tropa. Mi marido y yo nos fuimos cada uno por su camino. Yo he seguido creyendo en Dios, compartiendo el evangelio y cumpliendo mi deber. Es mi elección y nunca la lamentaré. ¡Demos gracias a Dios!

 

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