Ayer, vi una historia en Internet. Un joven se fue a su casa a caballo felizmente después de ganar una gran cantidad de dinero afuera. Cuando llegó a la mitad del camino, cayó una fuerte lluvia. Quedó empapado, y luego se quejó de que el clima no le ayudaba. Más tarde, mientras caminaba hacia el bosque, un bandido, con un arma en la mano, le bloqueó el camino e intentó secuestrarlo. Justo en este momento, el caballo galopaba porque estaba asustado por el trueno. El bandido quería dispararle al joven, pero debido a la lluvia, la bala se vio afectada por la humedad, así que no pudo disparar. Por lo tanto, el joven escapó. Después de sobrevivir, no dejaba de dar gracias a la lluvia.
Después de leerlo, pensé: la mayoría del tiempo, lidiamos con lo que nos sucede en base a nuestras preferencias e imaginaciones personales, como lo hizo el joven. Sin embargo, no sabemos que, detrás de lo que vemos como situaciones «malas» con ojos físicos, existe la buena voluntad de Dios, y que su buen propósito por lo general está oculto detrás de ellos, lo cual es inimaginable para nosotros. Así como José sufrió muchas penas después de haber sido vendido a los Ismaelitas en secreto por sus hermanos y llevado a Egipto cuando era joven. Era algo malo en la superficie, pero finalmente se convirtió en gobernador de Egipto. Cuando cada país sufrió la hambruna de los siete años, Dios lo bendijo y recibió su revelación. Él apartó suficientes granos por adelantado. En consecuencia, ayudó a su familia a atravesar los tiempos difíciles durante la hambruna y a preservar todas sus vidas.
Otro ejemplo, Abraham tuvo un hijo cuando tenía cien años, pero Dios le pidió que sacrificara a su único hijo preciado como holocausto, es decir, que le devolviera su hijo a Dios. Este asunto tampoco se ajusta a nuestras nociones. ¿Cómo reaccionó Abraham ante eso? Él no discutió con Dios, ni se quejó ni se rebeló contra Él, sino que llevó a su hijo a la montaña así como Dios le había dicho. Después de construir el altar, estaba a punto de matar a su hijo con el cuchillo, cuando Dios detuvo su acción y luego lo bendijo con una descendencia tan innumerable como la arena del del mar y tan numerosa como las estrellas del cielo.
Dios dijo una vez: «Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos» (Isaías 55:8-9). Vi otro pasaje de la palabra de Dios, «…y la obra de Dios trasciende los límites del pensamiento y la concepción del hombre. Cuanto más imposible sea algo, más se debe buscar la verdad; cuanto más allá de la concepción y la imaginación del hombre esté algo, más contiene la voluntad de Dios«.
Considerando cuidadosamente estas palabras, no somos más que hombres de barro y polvo; ¿Cómo podemos comprender la sabiduría del Creador? En muchas cosas que no se apegan a nuestras concepciones e imaginaciones, en realidad, hay una verdad que debe buscarse. Deberíamos calmarnos y descubrir las intenciones de Dios: ese es la razón y la actitud que deberíamos tener. Si solo nos aferramos a nuestras concepciones e imaginaciones, pero no buscamos las intenciones de Dios, entonces probablemente jugaremos el papel de oponernos a Dios y hacer algo que ofenda la disposición de Dios, lo que resultará en nuestro castigo y maldición. Al igual que cuando el Señor Jesús vino a trabajar, no se conformó con las concepciones e imaginaciones de las personas. Todos creían que el Mesías descendería en el palacio, con un aspecto majestuoso y un estilo real, y que los guiaría a derrocar al gobierno romano para tener una vida feliz y pacífica. Solo este era el Rey que habían esperado ansiosamente. Sin embargo, el Señor Jesús, de hecho, nació en un pesebre y creció en una familia ordinaria. Él fue lleno de misericordia y amor para las personas, y les enseñó a confesar sus pecados y arrepentirse ante Dios, amar a Dios y sus enemigos, y ser tolerantes y pacientes con los demás. El propósito de su venida fue expresar la verdad y redimir a las personas del pecado. Sin embargo, en ese momento las personas que no entendían las amables intenciones de Dios, se aferraban obstinadamente a sus propias concepciones, y rechazaban la verdad expresada por el Señor Jesús, resistiéndose y blasfemando sin escrúpulos. Al final, cuando lo clavaron en la cruz, recibieron el castigo y la maldición de Dios: la nación de Israel fue destruida.
Hasta ahora, la mayoría de nosotros todavía no tenemos claro este aspecto de la verdad. Confiamos en nuestras imaginaciones y concepciones para ver las cosas que nos suceden y la obra de Dios. Cuando ver lo que Dios hace no está en línea con nuestra mente, lo malinterpretamos y nos quejamos: «Esto es malo», «eso está mal», «Dios no debería hacer así», «Dios no puede hacer así», y así sucesivamente. Al sostener tal punto de vista, ¿alguna vez pensamos en cuáles son las intenciones de Dios? ¿Realmente sabemos su buena voluntad detrás de las cosas? Vale la pena reflexionamos profundamente.
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