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En medio del desastre vi el carácter justo de Dios

Li Jing, Pekín

 

7 de agosto de 2012

 

Aquel día, comenzó a llover desde la mañana. Asistí a una reunión en la casa de un hermano, mientras la lluvia era cada vez más fuerte. Por la tarde caía tanta lluvia que parecía enviada directamente de los cielos. Cuando terminó la reunión el patio de mi hermano estaba ya inundado, pero debido a que yo estaba preocupada por mi familia, hice un gran esfuerzo para llegar a mi casa. A mitad de camino, algunas personas que huían del peligro me dijeron: “¿Acaso no huyes? ¿Cómo es que vas a casa?”. Cuando llegué a mi hogar, mi hijo me preguntó: “¿No te ha arrastrado la lluvia?”. Justo en ese momento me di cuenta de que no tenía a Dios en mi corazón. Poco después, el esposo de mi hermana vecina trepó al tejado y vio que las casas cercanas a las nuestras habían sido arrastradas por el agua. La corriente era cada vez más fuerte, y el esposo de la hermana insistió en llevar a sus hijos a lo alto de la montaña, pero ella se negó. Las pocas hermanas que estábamos allí lo debatimos, lo que argumentaba de esa manera el esposo de la hermana era la voluntad de Dios; sólo entonces lo seguimos hasta una pequeña casa en lo alto de la montaña para pasar la noche. Allí escuchamos de parte de aquellos que habían huido del desastre cuán turbulentas eran las crecidas; algunos habían subido a los tejados, algunos habían sido arrastrados, a algunos los detuvieron los árboles…

 

Al día siguiente, fui a ver a una hermana. Su casa se encontraba junto a la orilla del río, tenía una gran carretera delante y un río detrás, justo en el centro de donde convergían dos corrientes. Cuando comenzó a inundarse, la hermana oró a Dios y confió en Él. El agua arrastró todas las demás casas a su lado y dejó a salvo solamente la suya y otra más mientras ella pasaba la noche durmiendo a pierna suelta. Realmente vi que cuando una persona tiene la protección de Dios, puede descansar en su corazón.

 

Una hermana vino a buscarnos al diácono a cargo de los asuntos generales y a mí, y fuimos a inspeccionar la casa con las posesiones de la iglesia. Como el agua había arrastrado el puente y la carretera, sólo podíamos llegar tomando el camino largo. Durante el recorrido vimos el pueblo “saqueado”, junto con los desprendimientos de tierra y el flujo de barro y rocas; resultaba una escena desoladora, la devastación era visible por todas partes. Caminamos un poco, observamos a nuestro alrededor, y vimos un lugar donde las casas de algunos hermanos y hermanas habían sido arrastradas, mientras que otras habían permanecido intactas. Aquellas que aguantaron en pie pertenecían a los hermanos y hermanas que cumplían con sus deberes. Esto me demostró que cuando las personas creen en Dios, sólo obtendrán la protección de Dios y sobrevivirán en medio de los desastres cuando busquen la verdad y lleven a cabo sus deberes. En un pueblo, sólo quedaron dos casas en pie, una de ellas de un hermano anciano. Al venir la crecida, el hermano anciano vio que la inundación iba a derribar su casa, así que desde lo alto de la montaña gritó dos veces en voz alta: “¡Dios! ¡Mis libros sobre la palabra de Dios están allí dentro!”. Luego vio cómo la crecida milagrosamente dejaba su casa en pie y los libros sobre la palabra de Dios fueron igualmente protegidos. Había una hermana cuya casa era un lugar de reunión, y que siempre cumplía activamente su deber. Aunque el agua la sumergió por completo, ella no resultó herida. La inundación arrastró a su hijo, pero un incrédulo lo agarró y finalmente no fue arrastrado por las aguas. Una hermana mayor vio que el agua estaba casi en la puerta, y que ya había arrastrado una huerta no muy lejos de su casa. Así que oró a Dios y el agua, que ya había roto los diques de tantos años, se desvió sin tocar su casa. Había otras dos hermanas que no buscaban, el agua no tocó sus casas, pero arrastró los patios delanteros. Una hermana que no aceptaba su deber de hospitalidad porque decía que su familia tenía que arreglar su casa y se había alejado de los hermanos y hermanas, perdió en la inundación todos sus libros sobre la palabra de Dios. Había otra hermana que a pesar de que llevaba a cabo su deber, dijo que “en mi corazón no estoy dispuesta”. Durante el desastre fue sumergida por el agua, la tragó una corriente de barro y rocas, y una piedra le hizo un agujero en los intestinos. Clamó a Dios una y otra vez, y el agua la arrastró hasta un árbol grande, que la frenó y le salvó la vida. La herida se le infectó y tuvo que ser operada de nuevo. También había un hermano que se comportaba como le daba la gana; cada vez que se necesitaba hacer algo en la casa, él no cumplía su deber. Durante el desastre fue el que más sufrió; la inundación arrastró sus dos casas y le dejó dos habitaciones inhabitables. No le quedó ninguno de sus libros sobre la palabra de Dios. El hermano supo que ese fue el amor de Dios, y no le echó la culpa.

 

El himno de las palabras de Dios “Dios es el único fundamento de la existencia del hombre” dice así: “Cuando las aguas se tragan totalmente a los hombres, Dios los salva de las aguas estancadas. Cuando ellos pierden su confianza para vivir, Dios tira de ellos desde el filo de la muerte, concediéndoles la valentía para vivir, para que lo tomen como el fundamento de su existencia. Cuando los hombres desobedecen a Dios, Él hace que le conozcan en su desobediencia. Debido a la vieja naturaleza de la humanidad y a Su misericordia, Dios no pone en lugar de dar muerte a los humanos, les permite arrepentirse y empezar de nuevo. Cuando los hombres sufren hambruna, Dios los saca de la muerte mientras les queda aliento, y les da una oportunidad de tener una nueva vida para que puedan despertar, evitando que caigan presas de las artimañas de Satanás. Cuántas veces han visto Sus manos las personas; cuántas veces han visto Su rostro amable, Su faz sonriente; y cuántas veces han visto Su majestad, Su ira. Aunque la humanidad nunca le ha conocido a Él, no aprovecha su debilidad para crear problemas innecesarios. Experimentando las dificultades de la humanidad, Él simpatiza por tanto con la debilidad del hombre. Es sólo en respuesta a la desobediencia del hombre, a su ingratitud, que Dios inflige castigos en diversos grados. Dios no pone en lugar de dar muerte a los humanos, les permite arrepentirse y empezar de nuevo. Cuando los hombres sufren hambruna, Dios los saca de la muerte”. En medio del desastre, vimos la omnipotencia y las maravillas de Dios, que fortalecieron aún más nuestra fe para caminar por el sendero futuro. Cuando Dios expresó Su gran ira, vimos Su carácter, que no puede ser ofendido. Sólo debido a la rebelión y la ingratitud de las personas, Dios les da diversos grados de castigo. Sin embargo, Dios usa los desastres para hacernos entrar en razón; Él no condena a las personas a muerte, sino que permite que se arrepientan y vuelvan a empezar. Este desastre nos ha permitido ver el carácter justo de Dios, ver Su amor, Su salvación y más aún, me ha permitido ver tanto la omnipotencia como el dominio de Dios. Las personas que buscan la verdad con sinceridad, que están dispuestas a llevar a cabo sus deberes y dedicarse a Dios, obtienen el cuidado y la protección de Dios. Aquellas que son superficiales, que se quejan y resisten, que no están dispuestas a hacer sus deberes ni dedicarse a Dios, reciben la retribución que se merecen. ¡Es el deber lo que nos protege! ¡Es el deber lo que nos bendice! Que Dios nos dé fe, valentía, fuerza y sabiduría para permitirnos, en el camino futuro, permanecer sinceros y con buen fundamento para completar lo que Él nos confía y para permitirnos dar lo mejor de nosotros mismos en todos y cada uno de nuestros deberes.

 

Nos gustaría contar estos hechos presenciados por nuestros propios ojos: Dios es el único fundamento de nuestra existencia. Toda la gloria, la riqueza, la fama y la fortuna del mundo son tan pasajeras como las efímeras nubes. En el momento en que las aguas se tragaron la vida humana, las vidas de los hombres eran insignificantes y débiles. Incluso los más ricos y famosos estaban indefensos. Cuando pedimos ayuda, sólo Dios podía extender Su mano de salvación y sacar del precipicio de la muerte a aquellos que sinceramente creen en Él. Hermanos y hermanas, por favor comprended el deber que Dios nos da. Que en los últimos días seamos completamente leales y ofrezcamos nuestra fuerza para expandir el evangelio del reino.

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