Yixin
Una aldea rural que quedó atrás, mis padres agotados por su trabajo, una vida de dificultades económicas… Estos tristes recuerdos estaban marcados en mi joven mente, fueron mi primera impresión del “destino”. Cuando empecé a asistir a la escuela, la primera vez que oí a mi maestro decir que “El destino de una persona está en sus propias manos”, guardé firmemente estas palabras en mi mente. Yo creía que aunque no pudiera cambiar el hecho de que nací en la pobreza, aún podía cambiar mi propio destino a través del trabajo duro. Como consecuencia, ejercí toda mi fuerza para luchar contra mi “destino” y ganar un trozo de cielo que pudiera llamar mío.
Un revés en mis estudios
Igual que generación tras generación de innumerables estudiantes, mi determinación de estudiar y entrar en la universidad era el primer paso para cambiar mi destino. Con este fin, estudié duro. Cuando estaba en clase escuchaba con atención, fuera de clase también estudiaba mientras los otros alumnos salían a jugar, sumergida a menudo en mis libros hasta muy tarde en la noche. Gracias a mi rigor en los estudios, mis notas siempre estaban entre las mejores. Cada vez que mis maestros o compañeros de clase me miraban con admiración se reforzaba mi convicción de que “tengo que confiar en mis propias manos para hacerme un lugar en el mundo”. Sin embargo, los caminos del mundo son impredecibles. Cuando estaba esforzándome por estas bellas ideas, mi padre cayó enfermo de repente. Tras examinarlo se descubrió que tenía cirrosis y que esta ya había progresado hasta las etapas intermedias. Se le hinchó todo el cuerpo a causa de la enfermedad y no sólo no podía ir a trabajar sino que también tenía que gastar mucho dinero en visitas médicas. Durante un tiempo, todo el trabajo de la casa, así como el de la granja en más de 3 acres de tierra recayó sobre mi madre, que al mismo tiempo también contrajo una grave enfermedad ginecológica. Un día, mi padre me dijo con el rostro cargado de pesar: “Hija, ahora el sustento de nuestra familia se apoya sólo en tu madre. Su carga es muy pesada. Cuesta mucho dinero enviar a cuatro hijos a la escuela para estudiar durante un año. Realmente no tenemos forma alguna de proveeros a todos la escolarización. Tú eres la mayor, así que debes tener en cuenta a tus hermanos y hermanas. ¿Por qué no dejas la escuela para que podamos darles esa oportunidad a ellos?”. Al oír las palabras de mi padre, sentí un dolor abrumador en el corazón: siempre había esperado estudiar duro para convertirme en una persona destacada, pero si accedía al deseo de mi padre de que yo dejara mis estudios, ¿no se desvanecerían por completo todos mis planes y esperanzas? Se me llenaron los ojos de lágrimas y sentí una oleada de tristeza en el corazón. Sabía que mi padre se lo había pensado mucho antes de decir estas palabras y al mirar a mi madre enferma no pude soportar la idea de dejar una carga tan pesada sobre ella. Frente a la situación de empobrecimiento económico de mi familia, no me quedó otra elección que comprometerme con la situación actual y tragarme las lágrimas mientras accedía a los deseos de mi padre.
Un escape de la calamidad por poco
Sin haber acabado el tercer año de la escuela secundaria, era joven pero estaba llena de ambición. Aunque no pude terminar mis estudios, me propuse rápidamente conseguir un trabajo temporal para ganar dinero. Creía que a través del trabajo duro podría cambiar por completo mi destino. Pronto, recomendada por un familiar, fui a la ciudad a trabajar en una fábrica textil. Trabajaba todo lo duro que podía para ganar más dinero. Si otras personas controlaban dos máquinas, yo controlaba cuatro y, mientras los demás descansaban, yo seguía trabajando. El jefe notó que yo era fiable y capaz, y a los cinco meses incrementó mi salario hasta ponerlo al nivel de los trabajadores que llevaban mucho tiempo allí. Todos mis compañeros me miraban con envidia.
Aquel año, mientras me sentía orgullosa de mi éxito y quería seguir trabajando duro, mi madre me difundió el evangelio de Dios Todopoderoso en los últimos días. Me contó que Dios gobierna y dispone todas las cosas y que el destino de la gente está controlado por las manos de Dios. Sin embargo, en mi mente soberbia y arrogante sólo residía la creencia de que “El destino de una persona está en sus propias manos”, así que simplemente no escuché las palabras de mi madre. En esta ocasión, en mi breve encuentro con la salvación de Dios, no recibí el evangelio difundido por mi madre, sino que continué esforzándome y luchando en el mundo.
Seguí adelante de esta manera durante varios años y mi vida empezó a estabilizarse. No sólo tenía algunos ahorros para mí, también podía darle algo de dinero a mi familia con frecuencia. Me parecía que mientras continuara trabajando duro, mis expectativas serían sin duda brillantes e ilimitadas. Estando perdida en la marea de buscar riqueza y los placeres de la carne, un inesperado accidente de coche destrozó todo mi plan de vida. Yací inconsciente en una cama de hospital durante tres días y tres noches y cuando desperté no podía hablar. Era simplemente como si fuera muda. Cuando el doctor me dejó salir de la cama para moverme un poco me di cuenta de que a causa de la gravedad de mi lesión no podía mover todo el lado izquierdo del cuerpo. No podía aceptar aquella realidad de ninguna manera, ¡sólo tenía veinte años! Si a partir de ahora tenía que quedarme así, paralizada en una cama para siempre, ¿no se arruinaría mi espléndida juventud? Mi hermosa vida ni siquiera había empezado, ¿podía estar realmente llegando a su fin? Estaba apenada y afligida, quería llorar pero no derramaba lágrimas y no sabía cómo afrontar el futuro. Durante ese tiempo, mi madre venía a mi lado para consolarme. Me dijo: “Hija, ¡te has despertado porque Dios te protege! ¿No lo sabes? El médico decía que aunque te despertaras quedarías en estado vegetativo. Tan pronto como tu padre y yo oímos esto nuestro corazón se quedó helado. Estos días he estado orando a Dios constantemente, poniéndote en las manos de Dios, dispuesta a someterme a la soberanía de Dios. ¡Gracias a Dios! Mírate, ahora te has despertado. Esto ha ocurrido porque Dios se está apiadando de ti. ¡Es la voluntad misericordiosa de Dios que te sobreviniera este accidente de coche! Aunque hemos sufrido dolor en la carne, ¿no es afrontando esta clase de situación como somos capaces de apartarnos del mundo y volvernos hacia Dios? Hija, ¡debes empezar de inmediato a creer en Dios conmigo!”. Cuando vi a mi madre conteniendo las lágrimas mientras me difundía el evangelio, mi corazón se sintió conmovido. Mi madre dijo que mientras que yo estaba inconsciente ella oraba constantemente a Dios. Independientemente de si era o no posible que me despertara, ella estaba dispuesta a someterse en cualquier caso a la orquestación y la disposición de Dios. En realidad no tenía esperanzas de que despertara. Al escuchar todas estas cosas, ¡sentí de verdad la grandeza de Dios! Aunque yo había rechazado Su salvación, Él no había renunciado a mí. Cuando me sobrevino la calamidad, Su protección se mantuvo todo el tiempo a mi lado. Él se apiadó de mí, me protegió y me salvó de la muerte. No pude evitar sentir algo de agradecimiento hacia Dios. Gracias al cuidado y la protección de Dios, mi cuerpo se recuperó extremadamente rápido y me dieron el alta hospitalaria un mes antes de lo previsto.
Persistir en hacer las cosas de la forma equivocada
Aunque había disfrutado del amor y la misericordia de Dios, aún no entendía la verdadera relevancia de creer en Dios, así que no traté el tener fe en Dios como un asunto serio. No fue hasta después de que mi cuerpo se hubiera recuperado un poco que mi madre me sugirió que buscara un trabajo cerca de casa para ganarme el sustento y me dijo que esperaba que yo pudiera pasar más de mi tiempo libre practicando mi fe en Dios. Sin embargo, yo no estaba dispuesta a vivir esa clase de vida. Esperé a que se me curara completamente la pierna y después me marché de casa sin vacilar para trabajar en un empleo temporal. Durante este empleo mantuve una relación con un chico y, después de cortejarnos mutuamente durante un tiempo, él me pidió que me casara con él, prometiéndome que me amaría durante el resto de nuestra vida. Pensé en cómo se habían visto obstaculizados mis estudios a lo largo de los años, en cómo entre medias también sufrí un accidente de coche y en cómo después de tales esfuerzos aún era incapaz de cambiar mi destino. Así que esta vez deposité en este matrimonio mi esperanza de cambiar mi destino. Si me casaba con un hombre que estaba dispuesto a prometer que me amaría durante toda mi vida, entonces la última parte de mi vida sería sin duda feliz y dichosa. Llevé conmigo esta visión de una vida hermosa hasta el salón nupcial. Sin embargo, inesperadamente, una vez casada, no fue en absoluto como imaginaba que sería. Mi marido discutía a menudo conmigo por asuntos insignificantes y mi suegra tampoco era cariñosa conmigo e incluso instigaba a mi marido para que discutiéramos… Yo vivía sufriendo, sin nadie que me consolara. Aún más, mi nueva familia tras casarme vivía lejos, por lo que no podía encontrar a nadie cerca de mí con quien sincerarme. Con este sentimiento de desamparo, lo único que podía hacer era ir a buscar un trabajo temporal. Debido a que mi marido y yo vivíamos en lugares diferentes, no pasó mucho tiempo antes de que nos sintiéramos como extraños. Después de cinco años de matrimonio, mi marido quería el divorcio, me dijo que había conocido a otra mujer que le gustaba más. Cuando le oí decir esto, mi mente se sintió completamente vacía y pensé: “¿Qué hago? Todo el mundo dice que para una mujer el divorcio es como estar medio muerta, ¿cómo debo vivir entonces la última parte de mi vida?”. Tras firmar mi certificado de divorcio, me vi sola, cargando con mi equipaje hasta un tren que me llevaría de vuelta a casa, y empecé a llorar sin control. Tenía una profunda sensación del dolor que las personas experimentan mientras viven en este mundo y una sensación incluso mayor de la soledad sin precedentes a la que me enfrentaba. Era un mundo tan grande pero no había un lugar en el que yo pudiera quedarme. Me sentía bastante desolada. Realmente quería suicidarme para acabar con todo. Pero entonces pensé en mis padres, que envejecía cada día que pasaba y tuve una sensación de duda: si yo moría, ¡qué les haría a mis padres su pena! Era impensable, Yo no podía morir de esa forma. Debía secarme las lágrimas, afrontar el problema y seguir viviendo.
El retorno de un hijo pródigo
Cuando volví a casa, mi madre me habló de nuevo de la palabra de Dios. Tomé el libro que ella tenía en las manos y leí las palabras de Dios: “Desde el momento en que llegas llorando a este mundo, comienzas a cumplir tu deber. Asumes tu papel en el plan de Dios y en la ordenación de Dios. Comienzas el viaje de la vida. Cualquiera que sea tu trasfondo y el viaje que tienes por delante, ninguno puede escapar la orquestación y la disposición que el cielo tiene guardadas y ninguno tiene el control de su destino, porque sólo Él, quien gobierna sobre todas las cosas, es capaz de hacer tal obra” (‘Dios es la fuente de la vida del hombre’ en “La Palabra manifestada en carne”). “Tú y el maligno habéis caminado a través de miles de años de tempestad y tormenta. Junto con él, te opones a Dios, que era la fuente de tu vida. No te arrepientes, y mucho menos sabes que has llegado hasta las puertas de la muerte. Te has olvidado que el maligno te ha tentado, te ha afligido; has olvidado tu origen. Así como así, el maligno te ha estado echando a perder paso a paso, hasta el presente. Tu corazón y tu espíritu se han insensibilizado y corrompido. Ya no te quejas de las angustias del mundo, ya no crees que el mundo sea injusto. Ni siquiera te importa la existencia del Todopoderoso. Esto se debe a que has asumido al maligno como tu verdadero padre, y ya no te puedes apartar de él. Este es el secreto dentro de tu corazón” (‘El suspiro del Todopoderoso’ en “La Palabra manifestada en carne”).
Después de leer las palabras de Dios, lo entendí. Dios es el Creador y Gobernador de los cielos, la tierra y todas las cosas, e incluso más: Él es la fuente de la vida para la humanidad. El destino de todos es gobernado y controlado por las manos de Dios. Sin embargo, yo no creía verdaderamente en Dios ni tenía un conocimiento verdadero de Su soberanía. Para vivir, yo confiaba aún en la simiente de Satanás plantada profundamente en mí, la cual me decía que “El destino de una persona está en sus propias manos”. Seguía intentando en vano confiar en mí misma y vagar por el mundo en busca de un trozo de cielo, desechando la soberanía y las disposiciones de Dios. Recordé la década pasada, lo duro que estudié y todo lo que me esforcé para ganar dinero con el fin de cambiar mi destino. Más adelante, tras tener un accidente de coche, Dios me protegió y me ayudó a escapar de la calamidad, permitiendo que mi cuerpo se recuperara rápidamente de una forma milagrosa. Sin embargo, aún no había llegado a ver la verdad a pesar de los intentos de mi madre de convencerme. No recibí el evangelio ni me presenté ante Dios, sino que confié en la ambición y el deseo de llevar a cabo mis planes, de averiguar qué camino iba a tomar mi vida en el futuro. Entonces una vez más puse la felicidad de mi vida en un matrimonio. Pensé que había encontrado a alguien con quien casarme que podría permanecer comprometido conmigo y amarme durante toda una vida y que yo sería sin duda feliz. Pero al final, el fracaso de mi matrimonio me produjo un sufrimiento interminable. Me aferraba a las palabras que dicen que “El destino de una persona está en sus propias manos”, creyendo que podría cambiar mi destino confiando en mi propio trabajo duro y que finalmente llegaría un día en que sin duda tendría éxito. Sin embargo, después de tantos años, después de quedar marcada con cicatrices y de ser golpeada, después de derrotas aplastantes, no había obtenido nada aparte de dolor y sufrimiento. Sólo al recordar cómo confiaba en el veneno de Satanás para vivir, cómo esto competía con mi destino, vi que yo no reconocía la autoridad de Dios, que confiando en mis propias capacidades estaba desechando la soberanía de Dios. ¡Era algorealmente tan estúpido y necio! Aunque me distancié de Dios y me negué a escuchar la voz de Dios, Dios aún me perdonó y me soportó, me esperó en silencio y creó un entorno para que despertaran mi corazón y mi alma. Cuando mi madre me difundió de nuevo el evangelio fui llevada de vuelta a Dios. En este momento tengo infinitos remordimientos, pero estoy llena de gratitud y en deuda con Dios en mi corazón y no puedo contener las lágrimas que caen por mi rostro.
Encontrando la felicidad
Volver ante Dios y disfrutar de ser regada por la palabra de Dios curó poco a poco mi espíritu herido. Más adelante, una hermana vecina se enteró de mi divorcio y quiso presentarme a un compañero. En esta ocasión busqué activamente la opinión de mi madre. Ella no tomó la decisión por mí, sino que me hizo orar para buscar la voluntad de Dios. Me presenté ante Dios para orar y puse el asunto de mi matrimonio en las manos de Dios. Después de orar, sentí mucha paz en el corazón y eso me hizo recordar un pasaje de la palabra de Dios: “La suerte del hombre está controlada por las manos de Dios. Tú eres incapaz de controlarte a ti mismo: a pesar de que siempre anda con prisas y ocupándose para sí mismo, el hombre permanece incapaz de controlarse. Si pudieras conocer tu propia perspectiva, si pudieras controlar tu propio sino, ¿seguirías siendo una criatura? […] El destino del hombre está en las manos del Creador, por tanto, ¿cómo podría el hombre controlarse a sí mismo?” (‘Restaurar la vida normal del hombre y llevarlo a un destino maravilloso’ en “La Palabra manifestada en carne”). Es verdad. Mi destino está controlado por las manos de Dios. La clase de matrimonio que debo tener es dictada y dispuesta por Dios. No puedo tomar la decisión por mí misma, como lo hacía en el pasado, basándome en mis propias exigencias y normas. Qué vida debo vivir en la última parte de mi vida, qué tipo de marido puedo encontrar, creo que todo eso es predestinado y dispuesto por Dios. Lo que debo hacer ahora es buscar la voluntad de Dios, seguir el liderazgo de Dios y someterme a Su soberanía.
El día en que nos conocimos vi que el hombre no era muy alto y tampoco era muy bueno hablando. En base a mis estándares anteriores para elegir marido, sin duda habría buscado un compañero que pudiera hablar realmente bien o que fuera alto y guapo, pero en esta ocasión no lo rechacé precipitadamente. En su lugar, accedí a que primero nos conociéramos durante un tiempo. En los días que siguieron descubrí que aunque no era encantador o romántico, era honesto y considerado con los demás, firme en sus deberes y lo que es más importante, apoyaba mi fe en Dios. Sentí que él debía de ser el marido que Dios dispuso para mí. Después de conocernos durante un tiempo, nos casamos. Después de casarnos, la familia de mi marido fue muy buena conmigo y todos apoyaron mi fe en Dios. Cuando los hermanos y hermanas vienen a reunirse en nuestra casa, todos saludan cordialmente a nuestros invitados. Me siento muy feliz y mi corazón se siente muy contento. Estoy agradecida en mi corazón por la gracia y las bendiciones de Dios. Dios dice: “Cuando conoces realmente, cuando verdaderamente llegas a reconocer que Dios tiene soberanía sobre el destino humano, cuando entiendes realmente que todo lo que Dios ha planeado y decidido para ti es un gran beneficio, y es una gran protección, sientes que tu dolor se reduce gradualmente, y todo tu ser se queda relajado, libre, liberado” (‘Dios mismo, el único III’ en “La Palabra manifestada en carne”).
Las palabras de Dios me hicieron reconocer que sólo Él entiende todo lo que cada persona necesita. Él observa todos nuestros aprietos y sólo Él tiene soberanía sobre nosotros y lo dispone todo para nosotros de la mejor forma posible. Actualmente healcanzado la salvación de Dios y me he presentado ante Él. Disfruto de ser regada y provista por la palabra de Dios y a través de mis experiencias en el trabajo, la familia y el matrimonio, he sido capaz de poner remedio a la regla satánica que moraba en mí y me decía que “El destino de una persona está en sus propias manos”. He llegado a reconocer que estas son palabras satánicas que engañan y corrompen a los hombres, embaucándolos para que se distancien de Dios. Al mismo tiempo, también he llegado a tener un entendimiento claro de que la raza humana fue creada por Dios, de que nuestra vida al completo es gobernada y administrada por Dios y de que nadie puede romper con esto ni puede controlarlo. Intentamos en vano confiar en nosotros mismos para cambiar nuestro destino, sólo para acabar golpeados y magullados. Esta es una manifestación de la autoridad del Creador. Dios me ha rescatado de estar bajo el campo de acción de Satanás. He vuelto ante Dios, Dios me ha llevado a entender la verdad y estoy finalmente caminando por la senda verdadera y correcta de la vida humana. A través de las cosas que he experimentado, he llegado a ser verdaderamente consciente de que toda la riqueza, el rango y todas las cosas materiales de este mundo están vacíos, de que sólo puedes confiar en la palabra de Dios para vivir. Sólo entonces estará tu corazón firme y en paz. Esta es la bendición y el amor más grande que Dios me ha dado. Mientras continúo mi viaje, sólo me conmueve una cosa: ¡los hombres ignorantes que se resisten a Dios viven con el mayor sufrimiento y sólo los hombres sabios que se someten a la soberanía de Dios están liberados y felices!
Fuente del artículo: Iglesia de Dios Todopoderoso
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